martes, 19 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 19 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO VII
Continuación…
Suponen que cuando se arrepienten sinceramente y aprenden a orar con mucha penitencia, amor y convicción profunda, Dios les manifestará su gracia. Y por tanto están esforzándose en gran manera para hacerse tan piadosos y sinceros como pueden en la presencia de Dios. Creen que de esta manera recibirán luz y consuelo, no, amigo, este no es el camino de Dios. Dios no desea nada de ti, sino que reconozcas que has pecado y que te postres delante de Él como un pecador culpable. Entonces recibirás rápidamente Su gracia. Es como transgresor e impío que has de acudir. Los que acuden de esta manera, reciben con toda seguridad perdón y vida.
El ejemplo de David deja claro también la aversión que tiene el hombre a confesar su pecado. Hacía mucho tiempo que David sabía bien que, en cuanto a Uría, era culpable de haber violado el sexto mandamiento, y en cuanto a Betsabé, de haber violado el séptimo; pero como reconoce en el Salmo 32, se esforzó por cubrir y acallar su pecado. Sabía que había cometido un pecado, pero no sabía que el pecado era tan odioso y enorme; de otro modo se había humillado a causa del mismo. Este estado de ánimo lo soportó durante un año, hasta que aprendió a reconocer su pecado. Cuando no pudo reprimir sus sentimientos y evidencia de pecado no tuvo otra alternativa que reconocerlo ante la presencia de Dios. Y lo mismo ocurre hoy. Muchos de los que se llaman pecadores han sido despertados hasta cierto punto a un sentimiento de pecado, pero procuran olvidarlo. Tienen la intención de no pecar más y con esta buena resolución vienen a Dios. Creen que sienten su pecado con suficiente dolor, y temen que el temor les abatirá y desanimará demasiado, para que lo consideren en toda su seriedad. Así que ellos mismos se hacen difícil el reconocer plenamente su pecado. El hombre que desea recibir la gracia debe estar dispuesto a reconocer su pecado y sopesarlo, y familiarizarse bien con él. Cuando más amarga sea su confesión “Reconozco mis delitos”, más pronto podrá expresar la sincera oración pidiendo misericordia, y más pronto estará preparado para recibir la gracia. Experimentará lo que David había dicho cuando encontró que la supresión y encubrimiento del pecado no le había proporcionado descanso:”Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” Salmo 32.5
Este incidente en la vida de David nos enseña también una lección respecto al conocimiento del pecado. En esta: es Dios mismo que nos hace conocer nuestro pecado. Fue sólo después que el profeta Natán fue a él en el nombre de Dios con la palabra acusadora: “tú eres ese hombre”, que exclamó: “He pecado”. El hombre está por naturaleza tan enteramente bajo el poder del pecado que puede esconderlo de sí mismo cuando lo ha cometido. Esta es una de las manifestaciones más peligrosas del pecado. Ciega el corazón. Da lugar al orgullo y hace al hombre reacio a humillarse. Es la obra del Espíritu de la gracia de Dios que hace que el alma reconozca el pecado.- Continúa…

No hay comentarios: