miércoles, 27 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 27 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XI
“Mira que en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (v. 5).
La confesión de culpa de David no ha terminado. El pecado contra Dios en el cual ha caído le ha mostrado algo nuevo. Antes de esto, no lo sabía; después, lo sabía, lo sentía y experimentaba. Era esto: que su naturaleza entera era impura desde su nacimiento. La gracia de Dios le había preservado maravillosamente de las manchas del pecado. Su vida entera había sido dedicada al servicio de Dios. Pero, ahora había sido presa de la tentación y se había hecho culpable de un terrible pecado contra Dios. Su vida santa anterior, en vez de consolarle, constituye la amargura de su pena. Su corazón tiene que haber sido corrompido terriblemente, y el poder del pecado sobre él debe haber sido mayor de lo que se imaginaba, sí, después de haber recibido tanto del Señor ahora podía pecar de esta manera. De repente se da cuenta de la raíz de la que procede todo pecado que llega a la superficie. Durante mucho tiempo la gracia de Dios le había preservado, y corría el peligro de olvidar que era tan corrompido como cualquiera de los que le rodeaban. Ahora se conoce bien, y se postra delante de Dios, con la confesión de corrupción innata. No es simplemente que este pecado requiere ser castigado. Se da cuenta que toda su naturaleza es impura y que, a causa de esto, el pecado nunca falta, y él es un pecador que necesita la gracia: “He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.
El reconocimiento de la corrupción innata de nuestra naturaleza es por tanto un elemento de la verdadera confesión de pecado. Cuán confusas son las ideas de los que apelan precisamente a este hecho para excusar su pecado. Hay muchos que lo hacen, incluso cuando confiesan su pecado. Creen que puesto que son pecadores por naturaleza, la culpa de su pecado no es tan grande. No pueden por menos, en realidad, que ser pecadores. Ya nacieron así. Esta naturaleza es la que Dios les ha dado y no pueden hacer nada si es lo pecadora que es. Este tipo de argumentación es prueba de que no saben nada de lo abominable que es el pecado. Si lo supieran, estarían avergonzados tan profundamente de su naturaleza pecaminosa y de su enemistad contra Dios de la cual el pecado es una prueba, que los humillaría aún más profundamente a recordar que son unos con sus progenitores en pecado. En vista de esta unidad de toda la raza humana, verían que Dios ha puesto a todos a prueba en la de Adán, y en este sentido de vergüenza permanecerían silenciosos en el polvo delante de Dios. La confesión de la corrupción innata, pues, y de la vergüenza de la misma son elementos indispensables de la verdadera confesión de pecado.
Sólo así puede una persona verse como Dios le ve. El hombre mira continuamente lo que está delante de sus ojos, y cuando no comete algún acto claramente pecaminoso, no cree que su naturaleza pecaminosa es maldita de igual modo que la del que peca de modo evidente. David corrió el riesgo de cometer este error.- Continúa…

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