jueves, 28 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 28 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XI
Continuación…
Pero, la gracia de Dios le hizo entender lo que se le había enseñado desde su juventud: que incluso las personas pías tienen en la profundidad de su vida interior el germen de la impiedad y que sólo la gracia los preserva del desarrollo de estas malas simientes. Si esto se comprendiera bien, aquellos que han sido preservados de la impiedad a consecuencia de una crianza cristiana se pondrían en el mismo rango que los mayores pecadores. Suscribirían la representación del pecado como lo hace la Palabra de Dios, sintiendo que están en el mismo nivel que los otros pecadores a la vista de Dios. Por esta razón la confesión de la corrupción natural es una parte indispensable de la verdadera confesión de pecados.
Y sólo de esta manera está preparada una persona como penitente para desear y recibir la obra de la gracia. Si sólo hubiera cometido unos pocos pecados podría esforzarme a compensarlos. Si por dentro estoy plenamente corrompido todo esfuerzo semejante es inútil. En este caso todo intento de obrar bien ya está manchado por el pecado y tengo necesidad del perdón divino gratuito. Entonces siento la necesidad, no de que me sean perdonados los pecados sólo, sino de que mi corazón sea renovado, como David unió estas dos bendiciones en el Salmo, la una junto a la otra. Así como la confesión de la corrupción interior y exterior se hace más profunda, del mismo modo la entrega a Jesús y su gracia se hace más completa y sin reservas, y la gracia es mayormente glorificada.
Sin embargo, no es simplemente el deseo y la recepción de la gracia que dependen en gran manera de esta confesión. Brota de ella también una comprensión más profunda del plan de la gracia divina y una elección cordial y el goce de la misma. Cuando veo que mi miseria tiene sus raíces en mi relación con el primer Adán, veo que mi relación con el segundo Adán me destruyó, porque en ella nací y recibí la vida, aprendo a comprender cómo la obediencia del segundo Adán me restaura, porque me hago uno con Él, soy nacido de Él y realmente obtengo parte de su vida. El valor, la adecuación y la completa suficiencia del plan divino de la redención en la comunión diaria con el amor que fluye de Dios. Así, desde cada punto de vista se ve claro que el penitente sincero debe hacer confesión de la corrupción de su entera naturaleza a partir de su nacimiento.
¿Has aprendido a conocer y admitir esta corrupción en tu naturaleza? No te pregunto si este es uno de los puntos de doctrina que has conocido desde tu juventud. Es posible que sea así. Lo que pregunto es: ¿Has aprendido a aborrecerte como alguien que es enteramente impuro? ¿Te consideras como inaceptable a los ojos de Dios por tu naturaleza impura y por tanto que debes ser rechazado por Él? ¿Estás por tanto avergonzado de tu origen? ¿No te sorprende que Dios sea paciente con una criatura tan impura? ¿Has abandonado todo esfuerzo para mejorarte para hacerte aceptable a Dios? ¿Te has convencido firmemente que no tienes poder para renovarte y que sólo puede hacerlo Dios? Probablemente ya consideras que te falta mucho para tener una clara comprensión de tu pecado. Pide a Dios te la dé. Él puede dártela por medio de su Santo Espíritu.-

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