viernes, 16 de julio de 2010

¿ARMINIANISMO o CALVINISMO?

¿ARMINIANISMO o CALVINISMO?
Es un debate antiguo, y no de conclusión fácil. Se ha discutido por eruditos, se han originado divisiones en las Congregaciones por sostener cada uno su punto de vista doctrinal irreconciliable apoyando ambos sus tesis bíblicamente. Pero en mi humilde opinión, creo que solamente hasta que estemos delante del Tribunal de Cristo, no conoceremos plenamente "como somos conocidos".
El hombre muerto en sus delitos y pecados haya su justificación por la fe en la OBRA REDENTORA DE CRISTO y los que creen se salvarán y los que no creen se perderán. Para mí particularmente, es lo que me sirve por ahora y en lo que encuentro el sentido de la Iglesia para PROCLAMAR el Evangelio a toda criatura. No voy a proclamarlo para satisfacción mía, porque los que se van a salvar lo serán porque ya les será revelado. Sino que la Iglesia está aquí, para que las NUEVAS del Evangelio alcancen a toda criatura por medio de la denuncia del pecado y el anuncio de la Redención del pecador por la muerte expiatoria de Cristo Jesús en la cruz del Calvario.-
Me gusta mucho la exposición que en esta anécdota de Juan Wesley se hace de estas doctrinas y dejo al lector su propia conclusión, con la que se sienta más identificado hasta ahora...:

SERMÓN VI Juan Wesley -Tomo I

NOTAS INTRODUCTORIAS

Este sermón es complementario del anterior y pone de manifiesto la enseñanza que, según el señor Wesley, sólo distaba un ápice del calvinismo. No lo es, sin embargo, y es importante el hacer claramente la distinción. A fin de mostrar los puntos en que el señor Wesley y los calvinistas estaban de acuerdo, damos aquí el tenor de una conversación. Es célebre Carlos Simeón, ministro de la “escuela evangélica” en la Iglesia Anglicana, fue presentado al señor Wesley el año de 1787. El señor Simeón tenía veintiocho años de edad y el señor Wesley ochenta y cuatro.

-Me dicen señor Wesley, -dijo el joven ministro-, que es usted aminiano en creencias; a mí me llaman calvinista y habremos de discutir; más antes de entrar en combate, suplico a usted me permita hacerle algunas preguntas, hijas no de la curiosidad, sino de deseo de instruirme. Dígame usted, señor, ¿se cree usted una criatura depravada, y tan depravada que jamás habría usted tenido la idea de acudir a Dios, si el Espíritu no hubiese movido su corazón?

-Tal me creo- dijo el veterano

-Y ¿desespera usted por completo de alegar ante Dios cualquiera buena obra que haga usted, de manera que espera la salvación únicamente por medio de la sangre y los méritos de Cristo?

-Ciertamente. Sólo por medio de Cristo.

-Pero, señor, supongamos que ya Cristo ha salvado a usted, ¿no tiene usted que salvarse a sí mismo después, por medio de sus buenas obras?

-No. Debo ser salvo por Cristo desde el principio hasta el fin.

-Concediendo pues, que la gracia de Dios lo convirtió a usted primeramente, ¿no tiene usted que sostenerse, de un modo o de otro, por su mismo poder?

-No.

-Entonces, estará sostenido por Dios a toda hora y a cada instante, como el niño que descansa en los brazos de su madre.

-Así es.

-Y ¿ha puesto usted todas sus esperanzas en la gracia y misericordia de Dios para poder llegar al reino celestial?

-No tengo más esperanza que Él.

-Pues entonces, señor, con permiso de usted retiro mis armas, porque en esto que usted ha declarado creer, consiste mi calvinismo; esa es mi elección, mi justificación y mi perseverancia final. En sustancia es todo lo que creo y acepto y, por tanto, si usted gusta, en lugar de buscar términos y frases para discutir, nos uniremos cordialmente, pues que estamos de acuerdo en estas cosas.

Muy satisfactorio es este resultado si podemos perdonar las pretensiones de un joven de veintiocho años de edad que se atrevió a examinar de esta manera a un anciano de ochenta y cuatro. Esto demuestra la ignorancia del señor Simeón de los escritos de Arminio, quien enseña todo lo que en la anterior conversación se llama calvinismo, con mayor claridad y de una manera más consecuente que Calvino en sus obras. ¿En qué consiste la diferencia entre estos dos sistemas? En esto principalmente:

Según Arminio, todos los hombres que escuchan el Evangelio son movidos a creer por la gracia preveniente; mientras que según Calvino sólo los elegidos reciben este toque. Así es que, según Arminio, los que creen deben su salvación tan sólo a la gracia; y la perdición de los demás es debida a su propia incredulidad. Dios es glorificado por la salvación de los que creen, mientras que el pecador que se condena no puede culpar a nadie sino a sí mismo. El calvinismo enseña que la elección de unos cuantos y la condenación de muchos es la obra exclusivamente de Dios.

ANÁLISIS DEL SERMÓN VI

Este texto no contrasta el pacto de Moisés con el pacto de la gracia dado por medio de Cristo. El nuevo pacto de la gracia por medio de Cristo abraza todas las épocas del género humano, empezando desde la caída del primer hombre. Los judíos, ignorando el carácter misericordioso del pacto mosaico, establecieron una justicia conforme a la ley según sus ideas. La justicia legal fue dada a Adán, no a Moisés. De la misma manera muchos hoy día, rehúsan someterse a la justicia de la fe y pretenden buscar la justicia legal.

I. Contraste entre las dos justicias.

La justicia de la ley exige una obediencia universal, perfecta y no interrumpida. La justicia de la fe se da no al inocente, sino al hombre caído y no exige perfecta obediencia ni otra cosa imposible. No nos manda que hagamos, sino que creamos.

La primera encuentra al hombre en toda su santidad y gozando el favor de Dios; exige por consiguiente, lo que ahora dista mucho del hombre, es decir: la obediencia completa, perfecta, no interrumpida como la condición para continuar en la gracia o favor de Dios.

La segunda, encuentra al hombre caído, bajo la ira de Dios y sólo exige la fe como condición para alcanzar otra vez el favor de Dios.

II. La aplicación

1. Torpeza de los que tratan de obtener la justicia legal. Su principio es erróneo, puesto que no son inocentes. Tratan de hacer lo que no son capaces de llevar a cabo, es decir: la obediencia perfecta. Se atreven a presentarse ante Dios, ignorando su misericordia y como si en Él hubiese sólo una justicia rígida.

2. Sabiduría de los que tratan de obtener la justicia por medio de la fe. Reconocen su verdadera condición en lo pasado, presente y futuro, y se acercan a Dios humildemente y llenos de gratitud.

III. Exhortación

No digáis: “Debo hacer esto o aquello”, ni “no soy suficientemente bueno; no tengo bastante contrición o dolor por el pecado”. Tampoco: “Debo hacer algo o ser más sincero”, sino que ahora, ahora mismo. “en este instante, tal como eres”, cree en el Evangelio.