domingo, 31 de octubre de 2010

REFLEXIÓN PARTICULAR -Victoria-

MEDITACIONES DIARIAS 31 DE OCTUBRE:
REFLEXIÓN SOBRE LA LIBERACIÓN DE LA CARNE: DEL “YO” PERSONAL
Creo que sobre este tema nunca terminamos de aprender. A cada uno de nosotros se nos presenta la dificultad en alguna parte y pensamos que resuelta ésta lo demás ya está sometido y sepultado con Cristo. Al seguir en el camino de la vida con el Señor, nos damos cuenta que hay “algo” que de repente nos asalta, algo impensable que nos podría suceder a nosotros que nos sentimos tranquilos como salvos por la gracia (como le sucedió a David cuando sintió en lo íntimo que no todo era limpio en él); y ahí aparece y resurge de nuevo el dilema, la toma de decisiones ante lo “nuevo” para nosotros, pero tan viejo como el propio Satanás y sus argucias. Teniendo esto en mente nos damos más cuenta y nos resultan más relevantes las advertencias de la Palabra de Dios para estar siempre “velando y orando” porque nuestro adversario siempre está mirando a quien devorar.-
Quiero exponeros un poco de lo que sobre el tema, expone un gran predicador llamado F.B. Meyer. Ha sido muy esclarecedor para mí y por eso lo quiero compartir con todos vosotros aunque rompa por hoy lo que venimos tratando, pero que viene a colación también:
-“Se podrá decir lo que se quiera del Cristianismo, pero yo no vacilo en afirmar que ha sido vergonzosamente representado, tanto por Protestantes, como por cualquiera otra clase de cristianos. Se ha creído que el Cristianismo dependía de lo objetivo, siendo así que es igual y grandemente subjetivo. Se ha creído que depende de confiar en Cristo para hacer borrar el pecado, en tanto que consiste también en confiar en Cristo para que libre de la vida del YO que es el centro y la miseria de nuestras existencias.
Siempre que la vida carnal venga a presentar obstáculos, reconócete muerto a ella; reconoce que la Cruz se levanta entre ella y tú.
Pero alguno dirá: “Bien, pero no veo de qué modo yo pudiera vivir de esa manera. Estaré siempre como quien camina entre espinas, siempre en agonía, sin saber si una cosa es del YO o no; y a la verdad, no comprende de qué manera tendría que vivir” ¡Ah! me figuré que dirías eso!. Yo mismo lo dije; pero ahora pasamos al segundo punto, y comprenderás: El Espíritu Santo.
“Si por el Espíritu mortificáis las obras del cuerpo, viviréis” Y además: “El Espíritu lucha contra la carne”.
Por el Espíritu Eterno se ofreció Cristo al Padre como víctima sin mancha; y por el Espíritu Eterno es como antagoniza en ti y en mí el odioso espíritu del YO. Como para combatir la fiebre escarlatina toma ácido carbólico, y este ácido antagoniza los gérmenes de esa enfermedad, así, apartándome de esa miserable vida carnal, caigo ante el Santo Espíritu para decirle: “Espíritu de Dios: Llena plenamente mi ser, todo entero, cada vez con mayor profundidad. En el fondo de mi naturaleza, cuando menos lo imagine, lleva adelante tu obra de antisepsia en mi vida carnal, o del YO. Hazle la guerra, obra contra ella, apártala de mi vista, mantenla bajo el dominio de Cristo”.
El Espíritu Santo lo hará así.
Pero dirás: “Señor Meyer, sentiré tanto terror, si sé que siempre tendré que estar habiéndomelas con la vida del YO, que eso me dañará. Me parece que sería algo así como estar de pie junto a un sarcófago, contemplando el modo con que la muerte va descomponiendo un cuerpo humano”.
Y esto me lleva a un tercer punto, al replicar (y esta es la belleza de ello), que en tanto que el Espíritu de Dios se halla combatiendo la vida carnal en las profundidades de nuestro espíritu, va haciendo de Jesucristo una brillante realidad viviente en nosotros. Él hace que tus pensamientos se fijen en Jesús. Casi nunca pensarás en el Espíritu, y apenas si piensas en el YO, pero pensarás mucho en tu amado Señor; y durante el tiempo que estés pensando en Él, el proceso de arranque, de disolución y de muerte del YO, se va efectuando dentro de tu corazón.
Una vez me dijo una mujer cristiana: “Voy a emplear un día entero orando para recibir el Espíritu Santo” Su fue al fondo de una choza en medio del bosque, y volvió por la noche a decirme: “He tenido un gran día, pero experimento un poquito de desagrado. No siento que tenga ahora más del Espíritu Santo que lo que sentía antes” Yo le contesté:” Pero es Jesús mucho para usted?” “¡Oh! replicó ella, nunca ha sido Jesús tan amante y tan precioso como ahora para mí” “¡Ah! entonces, mi querida señora, eso es la presencia del Santo Espíritu, porque Él glorifica a Cristo, y cuando más obra Él en nosotros, es cuando menos pensamos en el Espíritu Santo, pero sí cuando más pensamos en Cristo”.
¡Oh! lector, hombre o mujer que seas, perdóname! Es muy pobre, sumamente pobre, esta manera de presentar el más profundo misterio de las Escrituras; pero tan sólo pido que el Espíritu Santo te haga comprender lo que es tener a Cristo como el centro y origen de tu vida. Hasta aquí el principio y el motivo ha sido el YO, ¿no es verdad? ¡Oh, Yo aborrecible! ¡Barrabás, Barrabás, a la cruz! El mundo dijo:”Cristo no, sino Barrabás” esto es: el YO. El Cristiano dice: “¡No Barrabás, sino Cristo!”.
¡Que Dios te haga presente esto, por la gloria se Su Nombre!

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Espero que lo que dice este maestro bíblico os pueda traer más luz sobre el tema que desde los púlpitos a veces no se llega a profundizar lo suficiente. He remarcado en negrita los párrafos que me han parecido esclarecedores, pero creo que lo que necesitamos cada uno es nuestros dilemas personales es pedir que el Espíritu Santo vaya realizando su obra de perfección en nosotros para que Cristo sea glorificado en nuestra vida y en las de los que nos rodean al ser afectados también por ella.-

sábado, 30 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 30 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XII
Continuación…
Al hacer frente a la verdad, me doy cuenta que soy culpable y merecedor de la condenación: “En mí….no hay nada bueno” ¿Cómo pues, puedo llegar a la verdad en lo íntimo? ¿Cómo puede este pensamiento serme de consuelo? De esta manera: para el que se conoce como perdido por naturaleza, la verdad que Dios busca consiste en nada más que esto, que debe presentarse a Dios verdad tal como es. El que se acerca a Dios así, con el reconocimiento de su pecado en su condición real, llega a la verdad. Esta es la sinceridad de la cual la Palabra de Dios habla tanto. Hay muchos, consiste en una gran perfección y en una dedicación voluntaria de sí mismos al servicio de Dios. Esto no es aplicable al pecador ansioso, porque éste está todavía a principios del camino. Para él lo que cuenta es la mayor sinceridad, que se presente ante Dios con toda su miseria, que confiese ser tal como es. El que confiese su pecado ciertamente recibirá misericordia. Dios desea la verdad en lo íntimo. El que desea la salvación y que entiende bien este requisito puede gozarse plenamente en él. Cuando apareces ante Dios, no te esfuerces por presentarte como piadoso, para que tu aspecto sea aprovechable, animado de religiosidad. NO, haz confesión de lo que piensas y sientes y haces. No escondas nada a Dios. No trates de encubrir tu pecado. Reconoce toda la verdad acerca de tu condición de pecado y miseria. Dios desea la verdad en lo íntimo y no te retirará su gracia.
Y cuando uno ha recibido misericordia, hay todavía una gloriosa aplicación de esta afirmación de David: Dios ama la verdad en lo íntimo. Esta idea refuerza la fe para obtener gloriosas expectativas. El que ha sido revestido con la gracia no tiene peor conflicto que el que le proporciona el engaño y la infidelidad de su corazón. Le parece que todavía hay mucho que no hace con toda verdad. En su fe, su amor, su oración, y la dedicación al servicio de Dios, en todas partes descubre que no es capaz de servir al Señor de todo su corazón y en perfecta verdad como desea. Y muchas veces tiene miedo de que va a fallar por completo. Pero luego encuentra en la Palabra de Dios esta gloriosa promesa: “Por tanto, les daré lealmente su recompensa, y haré con ellos un pacto perpetuo” Isaías 61.8 Empieza a ver que esto es también parte del plan y promesa de Dios de confirmar y llevar a la perfección la obra de gracia que había empezado. Ama la verdad en lo íntimo: este es un terreno en el cual uno puede asegurar que Dios mismo obrará este proceso en el cual Él se deleita. Y esta afirmación de David pasa a ser un manantial de gloriosas expectativas. En el uso que haces del Salmo cincuenta y uno, y en toda tu comunión con Dios, deja que esta palabra constituya el elemento fundamental de tu oración. Siempre preséntate a Dios pensando que es un Dios que desea la verdad en lo íntimo. Y en toda tu confesión de pecado, en toda tu religiosidad, en toda tu existencia, deja que la verdad en lo íntimo sea tu deseo, así como es el deseo de Dios. Y si encuentras que no hay nada bueno en ti y que cuanto más te esfuerzas por la verdad menos la encuentras, queda sabiendo que en una experiencia tal el reconocimiento de esta miseria es ya la verdad que Dios desea. Y cuando Él ha obrado esto en ti, y también te dará en consecuencia, la verdad, según necesites en todos los conflictos espirituales que quedan. Si entonces deseas más de Él, como esto es lo mismo que Él desea, ten por seguro que Él se deleitará en concedértelo.-

viernes, 29 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 29 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XII
“Pero tú amas la verdad en lo íntimo” (v.6a)
La confesión de su pecado ha enseñado a David a descubrir su origen y sus raíces. Desde el nacimiento, su vida entera ha sido impura, y esta idea le conduce otra vez a pensar en Dios como el Escudriñador del corazón, ante cuyos ojos esta corrupción interior le hace merecer el rechazo divino, aunque no irrumpa abiertamente en el exterior con actos pecaminosos. Siente que en su confesión de pecado y en su esfuerzo hacia la conversión, lo mismo que en su esperanza de misericordia, no debe perder de vista esto. Dios, con el que tiene que encararse, desea la verdad en lo íntimo. Para nosotros también es de gran importancia en nuestra oración pidiendo misericordia que no olvidemos este punto. Nos enseñará lecciones valiosas.
Dios desea la verdad en lo íntimo. Esta idea nos emplaza a la sinceridad y un santo temor en nuestro sentimiento de pecado. Por naturaleza corremos mucho riesgo de hacer más énfasis en las manifestaciones externas del pecado que en su raíz y su poder escondido. Cuando a consecuencia de nuestra crianza o por otras favorables circunstancias la vida exterior es impecable, muchos se lisonjean de que todo está bien en su corazón; o por lo menos de que, aunque tienen todavía muchos pecados, el corazón no es tan malo como se ha dicho. No se consideran impíos y enemigos de Dios. Cuando la Palabra de Dios usa estas expresiones no puede referirse a personas como ellos, se dicen. Si supieran cómo busca y escudriña Dios el corazón, pensarían de otra manera. El Santo Dios ve la corrupción interna del corazón; “No hay quien haga lo bueno”, no hay ni siquiera uno” Salmo 53.3 Dios requiere la verdad en lo íntimo. El servicio que recibe debe ser verdadero por completo, según su Santa ley. El amor de Dios debe llenar todo el corazón. Si falta algo, somos culpables y estamos condenados delante de Dios. El hecho que Él no puede contentarse con menos que la perfecta santidad es un pensamiento terrible para el alma que ha despertado. Dios desea la verdad en lo íntimo.
Esta idea debería preservar a muchos de una conversión superficial con la cual muchos se engañan a sí mismos. Cuando en un lecho de enfermedad, por ejemplo, hay ansiedad respecto al pecado y aparecen preguntas respecto a la gracia, el alma es al punto consolada. Los hombres no se dan cuenta que estos sentimientos pueden ser despertados ligeramente y luego con la misma facilidad adormecidos. Uno puede desear la ayuda de Dios sin estar preparado para abandonar ciertos pecados. El corazón es engañoso sobre todas las cosas. Por medio de una pía apariencia de religión las personas se engañan a sí mismas. Ojalá que el hombre pudiera comprender que Dios busca los escondrijos más recónditos del alma. Esta afirmación de David debería tener todo su poder y al mismo tiempo ser una palabra para sanidad y avivamiento.
Dios desea la verdad en lo íntimo. Esta idea da esperanza y consuelo en el camino de la conversión. Dios no aceptará nada menos del alma despertada; pero, nada más requerirá la gracia de Dios del penitente.- Continúa…

jueves, 28 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 28 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XI
Continuación…
Pero, la gracia de Dios le hizo entender lo que se le había enseñado desde su juventud: que incluso las personas pías tienen en la profundidad de su vida interior el germen de la impiedad y que sólo la gracia los preserva del desarrollo de estas malas simientes. Si esto se comprendiera bien, aquellos que han sido preservados de la impiedad a consecuencia de una crianza cristiana se pondrían en el mismo rango que los mayores pecadores. Suscribirían la representación del pecado como lo hace la Palabra de Dios, sintiendo que están en el mismo nivel que los otros pecadores a la vista de Dios. Por esta razón la confesión de la corrupción natural es una parte indispensable de la verdadera confesión de pecados.
Y sólo de esta manera está preparada una persona como penitente para desear y recibir la obra de la gracia. Si sólo hubiera cometido unos pocos pecados podría esforzarme a compensarlos. Si por dentro estoy plenamente corrompido todo esfuerzo semejante es inútil. En este caso todo intento de obrar bien ya está manchado por el pecado y tengo necesidad del perdón divino gratuito. Entonces siento la necesidad, no de que me sean perdonados los pecados sólo, sino de que mi corazón sea renovado, como David unió estas dos bendiciones en el Salmo, la una junto a la otra. Así como la confesión de la corrupción interior y exterior se hace más profunda, del mismo modo la entrega a Jesús y su gracia se hace más completa y sin reservas, y la gracia es mayormente glorificada.
Sin embargo, no es simplemente el deseo y la recepción de la gracia que dependen en gran manera de esta confesión. Brota de ella también una comprensión más profunda del plan de la gracia divina y una elección cordial y el goce de la misma. Cuando veo que mi miseria tiene sus raíces en mi relación con el primer Adán, veo que mi relación con el segundo Adán me destruyó, porque en ella nací y recibí la vida, aprendo a comprender cómo la obediencia del segundo Adán me restaura, porque me hago uno con Él, soy nacido de Él y realmente obtengo parte de su vida. El valor, la adecuación y la completa suficiencia del plan divino de la redención en la comunión diaria con el amor que fluye de Dios. Así, desde cada punto de vista se ve claro que el penitente sincero debe hacer confesión de la corrupción de su entera naturaleza a partir de su nacimiento.
¿Has aprendido a conocer y admitir esta corrupción en tu naturaleza? No te pregunto si este es uno de los puntos de doctrina que has conocido desde tu juventud. Es posible que sea así. Lo que pregunto es: ¿Has aprendido a aborrecerte como alguien que es enteramente impuro? ¿Te consideras como inaceptable a los ojos de Dios por tu naturaleza impura y por tanto que debes ser rechazado por Él? ¿Estás por tanto avergonzado de tu origen? ¿No te sorprende que Dios sea paciente con una criatura tan impura? ¿Has abandonado todo esfuerzo para mejorarte para hacerte aceptable a Dios? ¿Te has convencido firmemente que no tienes poder para renovarte y que sólo puede hacerlo Dios? Probablemente ya consideras que te falta mucho para tener una clara comprensión de tu pecado. Pide a Dios te la dé. Él puede dártela por medio de su Santo Espíritu.-

miércoles, 27 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 27 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XI
“Mira que en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (v. 5).
La confesión de culpa de David no ha terminado. El pecado contra Dios en el cual ha caído le ha mostrado algo nuevo. Antes de esto, no lo sabía; después, lo sabía, lo sentía y experimentaba. Era esto: que su naturaleza entera era impura desde su nacimiento. La gracia de Dios le había preservado maravillosamente de las manchas del pecado. Su vida entera había sido dedicada al servicio de Dios. Pero, ahora había sido presa de la tentación y se había hecho culpable de un terrible pecado contra Dios. Su vida santa anterior, en vez de consolarle, constituye la amargura de su pena. Su corazón tiene que haber sido corrompido terriblemente, y el poder del pecado sobre él debe haber sido mayor de lo que se imaginaba, sí, después de haber recibido tanto del Señor ahora podía pecar de esta manera. De repente se da cuenta de la raíz de la que procede todo pecado que llega a la superficie. Durante mucho tiempo la gracia de Dios le había preservado, y corría el peligro de olvidar que era tan corrompido como cualquiera de los que le rodeaban. Ahora se conoce bien, y se postra delante de Dios, con la confesión de corrupción innata. No es simplemente que este pecado requiere ser castigado. Se da cuenta que toda su naturaleza es impura y que, a causa de esto, el pecado nunca falta, y él es un pecador que necesita la gracia: “He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.
El reconocimiento de la corrupción innata de nuestra naturaleza es por tanto un elemento de la verdadera confesión de pecado. Cuán confusas son las ideas de los que apelan precisamente a este hecho para excusar su pecado. Hay muchos que lo hacen, incluso cuando confiesan su pecado. Creen que puesto que son pecadores por naturaleza, la culpa de su pecado no es tan grande. No pueden por menos, en realidad, que ser pecadores. Ya nacieron así. Esta naturaleza es la que Dios les ha dado y no pueden hacer nada si es lo pecadora que es. Este tipo de argumentación es prueba de que no saben nada de lo abominable que es el pecado. Si lo supieran, estarían avergonzados tan profundamente de su naturaleza pecaminosa y de su enemistad contra Dios de la cual el pecado es una prueba, que los humillaría aún más profundamente a recordar que son unos con sus progenitores en pecado. En vista de esta unidad de toda la raza humana, verían que Dios ha puesto a todos a prueba en la de Adán, y en este sentido de vergüenza permanecerían silenciosos en el polvo delante de Dios. La confesión de la corrupción innata, pues, y de la vergüenza de la misma son elementos indispensables de la verdadera confesión de pecado.
Sólo así puede una persona verse como Dios le ve. El hombre mira continuamente lo que está delante de sus ojos, y cuando no comete algún acto claramente pecaminoso, no cree que su naturaleza pecaminosa es maldita de igual modo que la del que peca de modo evidente. David corrió el riesgo de cometer este error.- Continúa…

martes, 26 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 26 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
Continuación…
El Señor, más tarde, permitió que se afirmara en su Palabra que Él había sostenido a Jerusalén, “por cuanto David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo” 1ª Reyes 15.5 ¿Y tenía que ser considerado, tan serio este pecado que se le castigara tan severamente? ¿No sabría un príncipe de este mundo perdonar una sola transgresión cuando el que la cometiera fuera un siervo fiel; y no perdonaría el Dios de misericordia este pecado de su propia iniciativa? No habría sido necesaria ni aún la confesión: bastaba con que Dios no se lo hubiera imputado. Con cuánta frecuencia los hombres hablan y piensan de esta manera. No conocen la terrible realidad de la santidad de Dios y su juicio sobre el pecado. No saben que cada pecado, aunque sea sólo uno, es una violación de la ley de Dios, una ofensa a su honor, una prueba de enemistad en el corazón y que tiene que ser castigada. David se inclinó delante de Dios, no solo porque hay que hacerlo a veces, y porque Dios era demasiado fuerte para él, sino porque tenía una opinión de la autoridad de Dios que le hacía aprobar la sentencia. Veía cuán bueno era que la ley de Dios fuera mantenida, cuán necesario que, aunque pereciera el mundo entero, la gloria de Dios y su honor fuera establecida y bajo el poder de este sentimiento hace confesión de su pecado como cometido contra Dios solamente. De esta manera buscaba dar honor a Dios y reconocer que Él obraba justa e irreprochablemente.
Repito que esto es más de lo que procede del hombre según la naturaleza. Un sentimiento de culpa así debe de haber sido obrado por el Espíritu de Dios. El Señor ha registrado su confesión en su Palabra para que podamos ver qué es lo que ocurre cuando hay un arrepentimiento y conversión genuinos. Cuán diferente es esta experiencia de la superficial confesión de pecado con la que se contentan muchas personas. Confiesan que son pecadores, es verdad, pero dicen que el pecado es una debilidad, una flaqueza, una desgracia accidental. No tienen simpatía con el pecador, pero no piensan mucho en el honor de Dios. El pobre pecador debe ser consolado; pero, el mantener el honor de la ley de Dios no les afecta mucho. Este no es el arrepentimiento que el Espíritu de Dios obra en el corazón. NO, el que está plenamente convencido de pecado por el Espíritu de Dios no piensa meramente en sí mismo y lo que le afecta, sino que su pena mayor es haber transgredido contra Dios y Su ley perfecta. Su preocupación principal es como restaurar lo que ha sido destruido. Como no puede hacer nada más, se postra a los pies de Dios para someter a Él el único honor que ahora puede darle, a saber, el reconocimiento de que es justo en su juicio.
¿Has aprendido a reconocer tus pecados? Dios te ha dado su ley para redargüirte de pecado: “que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” Romanos 3.19 ¿Has dado ya a Dios este honor, aunque haya sido temblando? ¿Te has humillado ante Él como merecedor de su juicio? Sólo el que lo hace y que, de esta manera, se muestra pecador, puede recibir misericordia. Procura conocer y confesar realmente tu pecado. Sin esto no hay gracia. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios para que Él te enaltezca.-

lunes, 25 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 25 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SAMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO X
“Y he hecho lo que es malo delante de tus ojos; así que eres justo cuando sentencias, e irreprochable cuando juzgas” (v. 4b)
David es completamente sincero en su confesión. Bajo la presión de lo que siente tan profundamente, confirma todo lo que ha dicho dos veces: “Contra ti, contra ti, solo he pecado”, confiesa; y luego añade: “Y he hecho lo que es malo delante de tus ojos; así que eres justo cuando sentencias e irreprochable cuando juzgas” En estas palabras presenta las razones por las que confiesa su pecado. Desea aprobar la sentencia pronunciada por Dios y reconocer que el veredicto que ha pronunciado sobre él no podía ser otro, y que justamente lo merece. Ha hecho confesión de su culpa, admitiendo que él considera a Dios justificado en lo que sentencia y juzga. El que ora sinceramente pidiendo gracia debe esforzarse en estar inspirado por el mismo sentimiento. Tratemos de descubrir lo que esto significa realmente.
Consideremos la naturaleza espantosa del juicio de Dios. “Maldito todo aquel que no permanezca en todas la cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” Gálatas 3.10. Esta es la sentencia del Legislador. Deja claro que cada transgresión de la ley trae una maldición sobre el hombre, o se interesa por las excusas que pueda presentar el hombre, sino que la sentencia es inexorable: “El alma que pecare, esta morirá” Ezequiel 18.4 A todos los transgresores, en el gran día, se les dirá: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno” Mateo 25.41 Y el que conoce verdaderamente su pecado admite que esta sentencia no es excesiva o demasiado estricta, no es más que lo merecido, y reconoce que Dios tiene perfecto derecho a tratar el pecado de esta manera y condenarlo. El pecador mismo se ha hecho reo de esta condenación. Por intolerable que sea el juicio de Dios, considera que el juicio no es demasiado severo; hace confesión de que ha pecado contra Dios, confirmando la verdad de que Dios es justo. Esta fue la confesión de David. No adujo nada para suplicar que se atenuara la sentencia. Si de alguna forma tenía que ser aceptado habría de ser por la gracia, totalmente gratuita, e inmerecida. David aceptaba sinceramente la seriedad de su culpa. Debe de haber tenido comprensión de lo detestable y aborrecible de la naturaleza del pecado, muy diferente de la de muchos, para poder hablar así, porque él sabía bien lo terrible que era la sentencia de Dios, por haberla probado. En la angustia del alma que había sufrido durante largo tiempo, tenía evidencia de lo que era ser abandonado por Dios. A pesar de ello reconoce la justicia de la sentencia y acepta que le sea aplicada. Esto es más de lo que le es posible al hombre, como procedente de su naturaleza. Este sentimiento de culpa y condenación debe de haber sido obrado en él por medio del Espíritu de Dios.
Esto se aclara más aún cuando reflexionamos en la tendencia del hombre a excusarse. Si David hubiera querido dar excusas, había abundantes para dar. ¿No había servido a Dios desde su juventud? ¿No había sufrido en honor y por el nombre de Dios más que ningún otro de sus siervos? ¿No había testificado de él el mismo Santo Dios, que él había andado delante de Dios con corazón perfecto?.- Continúa…

domingo, 24 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 23 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO IX
“Contra ti, contra ti sólo he pecado” (v. 4ª)
En este versículo se hace confesión de lo que hace el pecado más penoso. Es contra Dios que ha sido cometido. En la medida en que el alma entiende esto, su conocimiento de la naturaleza verdadera del pecado aumentará y se hará más profunda su comprensión de las razones por las cuales nada puede quitarlo, sino la divina gracia.
Para entender esto mejor, tenemos que pensar sólo en que lo odioso del crimen depende de la persona contra la cual ha sido cometido. Una misma acción es mucho más vil cometida contra el propio padre que contra un siervo, contra un rey que contra un ciudadano corriente; y esta es la gravedad del pecado, que ha sido cometido contra Dios.
Sí, contra Dios. Y, ¿quién es Dios? ¿No es el Santo, el Perfecto, que se manifiesta como fuego consumidor contra todo lo que es pecado, cuya voluntad es realizada con gozo en todo el cielo? ¿No es Él el Creador y Sostenedor, que tiene derecho a esperar que sus criaturas harán aquello para lo cual han sido creadas? ¿No es Dios quien de acuerdo con Su derecho nos ha dado Su ley? ¿Y no es del todo razonable que le obedezcamos? Es contra este Dios que hemos pecado; esto es, hemos rehusado obedecerle. Has rehusado hacer lo que te ha mandado, no has dudado en quebrantar Su santa ley. Has pecado contra Él. Has exaltado y escogido tu voluntad, injusta y perversa por encima de Su voluntad. Has dicho que el consejo y voluntad de Satán es más atractiva para ti y esta voluntad tiene más influencia en ti que la de Dios. En tanto que está en tu poder, has hecho todo lo posible para sustraer a Dios Su gloria. Le has resistido. Has deshonrado al Dios grande e infinito. Has hecho afrenta al alto y santo Nombre ante el cual los ángeles se postran. Y Dios es el Legislador y Mantenedor del Universo, que no puede tolerar el pecado. Dios ha de mantener Su derecho en el Universo. Cada transgresión de Su ley infringe este derecho y es causa de la ira de Dios, que quiere mantener este derecho. Es contra Dios que has pecado. En el momento en que uno consigue contemplar a Dios en su grandeza, se hace evidente por sí mismo que es esto lo que asusta a David y le hace decir: “Contra ti, contra ti solo he pecado” ¿Qué es lo que he hecho? Me he rebelado contra este Dios, la suprema perfección. He provocado su ira. Este Dios, sin el cual no podemos vivir. De Él he hecho mi enemigo, ¡Ay de mí!
Y esto no es todo. Queda todavía un pensamiento que lo hace todo más amargo aún para el alma. El Dios contra el cual hemos pecado es un Dios de amor. No sólo nos ha mostrado Su bondad en las mil bendiciones de la vida, sino que es el Dios de amor y de gracia que ha revelado a Su Hijo Jesucristo en su gloria eterna. Y yo he sido capaz de pecar contra este Dios. He despreciado a Su Hijo y le he vuelto la espalda. Hay en la confesión una amargura para el alma que apenas se puede expresar:”Contra ti, contra ti sólo he pecado”.- Continúa…

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 24 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO IX
Continuación…
Es esto que hace el pecado tan terrible. Es esto lo que hace imposible por completo que el hombre pueda cancelar su pecado, porque el pecado es un acto de enemistad contra el santo Dios. Y el hombre no está en la posición de cancelar un pecado o quitarlo. Cada pecado es un ataque contra la ley y una violación de la misma, una invasión de su autoridad, y el hombre no puede hacer nada que suprima un solo pecado cometido. El pecado ha sido cometido contra Dios, Él ha observado el pecado y lo ha registrado. Sólo Él puede perdonarlo, y sólo Él tiene el poder de borrarlo y anularlo. Sí, el pecado ha sido cometido contra Dios y es a Dios a quien tendremos que rendir cuentas por él. Este es un terrible elemento expresado en la confesión: “Contra ti, contra ti sólo he pecado” Y ¡cuán poco pensamos en esto! Cuantos pecadores concentran sus ideas sobre el hecho de que han pecado contra sí mismos y su felicidad, y cuán poco se preocupan de lo que tendría que ser su consideración principal: el hecho de que han pecado contra Dios.
Lector, que este sea el objetivo de todos tus esfuerzos. Ora mucho, te ruego, sobre este asunto. Tienes que encararte con Dios. En el gran día del juicio tendrás que responder ante Él. Si no has resuelto el problema de tu pecado será inexpresable el terror que tendrás de haber pecado contra Dios. Incluso aquí es penoso y difícil de confesar que se ha pecado, pero es mucho mejor humillarse que condenarse para siempre. Hay millares de los llamados cristianos que no saben nada de esta convicción de pecado; pero pueden estar seguros que no les valdrá en aquel gran día. Muchos te dirán que no te preocupes tanto sobre el pecado; pero yo quiero decirte que tienes buenas razones para estar ansioso sobre él.
Has pecado contra Dios y Dios es un fuego consumidor. Tu pecado es tan grande y el peligro es tan amenazador que lo que es en extremo fuera de razón es el no preocuparse y estar ansioso sobre el pecado. Tan seguro como que has pecado, Dios ha pasado sentencia contra ti, y es pura locura el sentirse confiado y consolado pensando que Dios ha quitado tus pecados. El Dios en cuya mano está tu vida es tu enemigo. En cualquier momento puede permitir que su ira se abata sobre ti. No demores el prestarle esta confesión: “Contra ti, contra ti sólo he pecado”. Y si tu corazón no lo siente tan profundamente como debería sentirlo, ruega a Dios que produzca este resultado en tu corazón. El Espíritu que enseñó a David la Palabra, te enseñará a ti también y continuamente a decir: “Contra ti, contra ti sólo he pecado”.-

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viernes, 22 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 22 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO VIII
Continuación…
Encuentra bastante en qué ocuparse consigo mismo: “Mis pecados están siempre delante de mí”. Hace muy serio la confesión:”Mis pecados…” Hay muchos que están haciendo todo lo que pueden para manifestar que el pecado no es suyo, pero él reconoce el pecado en su corazón. Una persona se imagina que el pecado pertenece al demonio: él tiene la culpa. Otro se imagina que la culpa está en todos y depende de las circunstancias. Un tercero, quizá no en palabras, pero sí en el corazón, dice que el pecado viene por imputación de Dios, que hizo que las personas nacieran en esa condición. Pero el verdadero penitente exclama: “¡Mi pecado…!”. Sí, el pecado es mío, más aún que mis propiedades, mi casa, mi esposa o mis hijos. Es parte de mí, nadie puede sacármelo excepto Dios. Es una confesión de espantosa sinceridad: “Mi pecado está siempre delante de mí”.
¿Deseas recibir misericordia? Mira aquí, pues, lo que constituye un elemento de la oración pidiendo misericordia. No des media vuelta al ver el lado penoso y humillante de la confesión. Considera que no dedicas nunca bastante tiempo o esfuerzo para que tu confesión sea completa y sentida. Habrá mucho que desearías dejar al margen; pero ten la seguridad de que no hay nada que te afecte tanto, no hay nada que tenga tanta importancia para ti como tu pecado. En cada pensamiento que Dios tiene de ti, en cada momento que sus santos ojos están fijos en ti, esto es lo primero y principal que ve en ti: tu pecado ¿No es pues, de la mayor importancia que te veas como Él te ve a ti? En cada oración pidiendo misericordia que hagas, este es el primer punto al que Dios mira: si deseas de verdad la gracia y la deseas intensamente; esto es, si te aborreces y condenas a ti mismo como inmundo, si tus pecados son para ti algo total y constantemente malo, y si como pecador, sabrás recibir y valorar la redención que hay en Cristo Jesús. Por tanto, ¡ojalá! que aprendas a decir, con toda sinceridad:”Mi pecado está siempre delante de mí”. Sin esto no puede haber verdadero arrepentimiento, no hay sincera oración pidiendo misericordia, no hay fe viva, no hay agradable comunión con Dios. Estamos destinados al conocimiento y goce de la redención de Dios aquí abajo y todavía más a la bienaventuranza y paz en el cielo donde alabaremos y gozaremos de la gracia gratuita que ha redimido al impío.
Quisiera hacer énfasis sobre estas consideraciones porque sé que hay muchos que tratan superficialmente la confesión de pecados. Están dispuestos a confesar que son pecadores, porque todos los hombres se hallan en la misma posición. Pero, por desgracia, no saben nada de la tremenda seriedad de la confesión. No la pronuncian con vergüenza, no la pronuncian ante Dios y de rodillas; la hacen sin estar sedientos de gracia. Que Dios redima muchos de mis lectores de esta insensibilidad y les haga exclamar, en completa sinceridad y con el corazón contrito: “Ten piedad de mí, oh Dios…; mi pecado está siempre delante de mí”.-

jueves, 21 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 21 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEAL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO VIII
Continuación…
El que entiende rectamente su pecaminosidad, ve en ella tanto que es vergonzoso, que es aborrecible, que queda saturado de esta convicción. Avanza continuamente abrumado bajo el pensamiento del gran mal que ha cometido. ¿No es esto lo que esperamos de alguien que ha cometido un gran delito y luego se ve a sí mismo a la luz del mismo? Supongamos, por ejemplo, que uno ha cometido un asesinato y luego se arrepiente; ¿esperamos que pronto esté riendo otra vez lleno de alegría? Sin duda, no será así, especialmente si se halla bajo sentencia de muerte por su crimen. De la misma manera, cuando un pecador se da cuenta de la enormidad de su pecado, a veces no puede olvidarlo, especialmente hasta que está cierto del perdón. Ha pecado contra Dios. Se ha hecho culpable contra la ley de Dios y contra su amor. En medio de todas sus ocupaciones y distracciones en el mundo, testifica: “Mi pecado está siempre delante de mí”.
Esta es la gran cuestión de su vida, con la que tiene que encararse. Este es el único pensamiento que ocupa su mente: “He pecado”. Y nada puede darle consuelo hasta que Dios le asegura: “Tu pecado ha sido perdonado”. Y aunque uno puede acudir a Dios con toda clase de palabras hermosas respecto a la compasión de Dios, el alma permanece todavía en esta condición hasta que Dios mismo quita y borra nuestro pecado. ¡Que no miremos nunca el dolor por el pecado como algo innecesario, y que nunca busquemos un consuelo meramente superficial! No. Es necesario un conocimiento del pecado; y es la obra de Dios el despertar este conocimiento en nosotros. Cada alma debe aprender a decir en la oración pidiendo gracia: “Mi pecado está siempre delante de mí”.
“Mi pecado está siempre delante de mí”. Este clamor debería recordarnos el carácter personal de un verdadero sentimiento de pecado. Un signo seguro de que la confesión del pecado de alguien no es profunda, es que el tal siempre está dispuesto a decir: “Sí, todos los hombres son verdaderamente pecadores”. Es como si el pensamiento de la universalidad del pecado hiciera menor la culpa de cada persona particular. Por lo menos esta consideración tiende a desviar los pensamientos de la culpa individual de cada persona. De este pensamiento se pasa a imaginar que hay otros que son todavía mayores pecadores, y para los cuales hay, sin embargo, gracia. ¿Por qué no tiene que haber gracia también para mí? Esta es la forma corriente de expresarse aquellos que no están dispuestos a pensar mucho en su pecado personal. Pueden tener algún conocimiento, algunas ideas respecto a la enormidad del pecado en general, pero no dicen:”Mi pecado está siempre delante de mí” Este, sin embargo, es el lenguaje del penitente verdadero. Siente que debe tratar directamente y personalmente con Dios. Cree que es él, por su cuenta individualmente, que tiene que verse con Dios, en la muerte, en el juicio y en el castigo eterno, y que es para él de poca importancia si hay otros que van con él o no. Él se ve como condenado y perdido a la luz de la ley de Dios y no tiene tiempo ni deseo de pensar en otros. No puede preguntar si los pecados de otros son mayores que lo propios o viceversa.- Continúa…

miércoles, 20 de octubre de 2010

NEDITACIÓN SALMO 51 por Andrew Murray

MEDITACIONES DIARIAS 20 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 POR Andrew Murray
CAPÍTULO VII
Continuación…
Con frecuencia la conciencia puede hacer temer a uno el castigo, pero el miedo es un elemento de poca importancia en el conocimiento del pecado. A veces la prueba o la enfermedad o el temor de la muerte hacen temblar a uno con el temor del infierno; pero, este en sí es también uno de los menores elementos en el reconocimiento del pecado, y una indicación muy leve del sentimiento de culpa. Dios puede usar estas cosas y el temor que despiertan para inspirarnos a que reconozcamos nuestro pecado, pero por sí mismas se encuentran todavía por debajo del nivel de este conocimiento. He visto a muchos enfermos y moribundos que oraban pidiendo misericordia sin tener conocimiento verdadero de lo que era el pecado. Amigo, no olvides esto: sólo Dios puede impartir en ti el conocimiento del pecado. Que sea por tanto tu oración:”Hazme conocer mis transgresiones y mis pecados” Job 13.23 Jesús nos ha prometido que el Espíritu redargüirá al mundo de pecado (Juan 16.8). Que tu anhelo más sincero sea ser redargüido de pecado. Considéralo, confiésalo a Dios, contémplalo a la luz de Dios y su Palabra; contémplalo cerca, como cometido contra la más alta santidad y el eterno amor de Dios; pide a Dios que te envíe su Espíritu, como envió a Natán a David; de modo que puedas aprender a testificar:”Reconozco mis transgresiones”• No olvides que no hay verdadera oración por el pecado donde no hay convicción del mismo en lo profundo del corazón.-

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CAPÍTULO VIII
“Y mi pecado está siempre delante de mí” (v. 3b)
En estas palabras, David da una explicación y confirmación más precisas de su confesión:”Reconozco mis delitos” Dice al Señor qué clase de reconocimiento es éste. Su pecado ha hecho una impresión tan profunda en él, que no puede olvidarlo. No se trata de un asunto del entendimiento. Ha hecho presa de su corazón hasta el punto que no puede librarse de él:”Mi pecado está siempre delante de mí”. La consideración de esta palabra puede enseñar al pecador que ora pidiendo gracia, algunas nuevas y valiosas lecciones.
“Mi pecado está siempre delante de mí”. Esto nos recuerda el carácter permanente, persistente de nuestro sentimiento de pecado. Un conocimiento de pecado no es una lección que tengamos que aprender para olvidarlo otra vez y seguir adelante. ¡No! Debe prevalecer en cada persona hasta el extremo que no pueda olvidarla nunca. Cuando uno confiesa su pecado y luego sigue tranquilamente su camino, sea para entregarse al mundo o sólo para hablar de la gracia, es señal que no ha sido afectado realmente en serio por este conocimiento de pecado.- Continúa

martes, 19 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 19 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO VII
Continuación…
Suponen que cuando se arrepienten sinceramente y aprenden a orar con mucha penitencia, amor y convicción profunda, Dios les manifestará su gracia. Y por tanto están esforzándose en gran manera para hacerse tan piadosos y sinceros como pueden en la presencia de Dios. Creen que de esta manera recibirán luz y consuelo, no, amigo, este no es el camino de Dios. Dios no desea nada de ti, sino que reconozcas que has pecado y que te postres delante de Él como un pecador culpable. Entonces recibirás rápidamente Su gracia. Es como transgresor e impío que has de acudir. Los que acuden de esta manera, reciben con toda seguridad perdón y vida.
El ejemplo de David deja claro también la aversión que tiene el hombre a confesar su pecado. Hacía mucho tiempo que David sabía bien que, en cuanto a Uría, era culpable de haber violado el sexto mandamiento, y en cuanto a Betsabé, de haber violado el séptimo; pero como reconoce en el Salmo 32, se esforzó por cubrir y acallar su pecado. Sabía que había cometido un pecado, pero no sabía que el pecado era tan odioso y enorme; de otro modo se había humillado a causa del mismo. Este estado de ánimo lo soportó durante un año, hasta que aprendió a reconocer su pecado. Cuando no pudo reprimir sus sentimientos y evidencia de pecado no tuvo otra alternativa que reconocerlo ante la presencia de Dios. Y lo mismo ocurre hoy. Muchos de los que se llaman pecadores han sido despertados hasta cierto punto a un sentimiento de pecado, pero procuran olvidarlo. Tienen la intención de no pecar más y con esta buena resolución vienen a Dios. Creen que sienten su pecado con suficiente dolor, y temen que el temor les abatirá y desanimará demasiado, para que lo consideren en toda su seriedad. Así que ellos mismos se hacen difícil el reconocer plenamente su pecado. El hombre que desea recibir la gracia debe estar dispuesto a reconocer su pecado y sopesarlo, y familiarizarse bien con él. Cuando más amarga sea su confesión “Reconozco mis delitos”, más pronto podrá expresar la sincera oración pidiendo misericordia, y más pronto estará preparado para recibir la gracia. Experimentará lo que David había dicho cuando encontró que la supresión y encubrimiento del pecado no le había proporcionado descanso:”Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” Salmo 32.5
Este incidente en la vida de David nos enseña también una lección respecto al conocimiento del pecado. En esta: es Dios mismo que nos hace conocer nuestro pecado. Fue sólo después que el profeta Natán fue a él en el nombre de Dios con la palabra acusadora: “tú eres ese hombre”, que exclamó: “He pecado”. El hombre está por naturaleza tan enteramente bajo el poder del pecado que puede esconderlo de sí mismo cuando lo ha cometido. Esta es una de las manifestaciones más peligrosas del pecado. Ciega el corazón. Da lugar al orgullo y hace al hombre reacio a humillarse. Es la obra del Espíritu de la gracia de Dios que hace que el alma reconozca el pecado.- Continúa…

lunes, 18 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51

MEDITACIONES DIARIAS 18 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
LA CONFESIÓN
SALMO 51: 3-6
3”Porque yo reconozco mis delitos, y mi pecado está siempre delante de mí. 4Contra ti, contra ti sólo he pecado, y hecho lo que es malo delante de tus ojos; así que eres justo cuando sentencias, e irreprochable cuando juzgas. 5Mira que en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. 6Pero tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”
CAPÍTULO VII
“Porque yo reconozco mis delitos” (v.3ª)
David ha orado pidiendo misericordia; ha pedido a Dios que borre sus transgresiones, y que lave su maldad y limpie su pecado. Ahora dice: “Porque yo reconozco mis delitos” Con estas palabras nos da la razón y nos muestra el espíritu en que pide misericordia. Viene como uno que se siente culpable y es en esta condición que pide misericordia. Es de la mayor importancia que el que desea orar las palabras de David desde el fondo de su corazón: “Ten piedad de mí, oh Dios”, entienda y sienta estas palabras y pronuncie esta oración en el mismo espíritu.
Este conocimiento del pecado, es, sin duda, un requisito indispensable para recibir la misericordia de Dios. El hombre no puede hacer nada para cubrir o quitar su pecado; además, Dios no requiere que lo haga. Dios mando sólo esto: reconoce la maldad que has cometido simplemente. Dios no desea del hombre nada más que esto, que reconozca que es culpable y está perdido. Debe simplemente acudir a los pies del Señor y confesar su misericordia indescriptible a la cual ha sido llevado por el pecado. Debe confesar que ha pecado, que el pecado le hace merecedor de castigo, que Dios sería completamente justo castigándole que él es completamente pecador y que no tiene nada aceptable en sí para Dios. Como alguien culpable y totalmente perdido, debe someterse a la sentencia de Dios y confesar que sería un acto maravilloso de gracia divina si fuera recibida. Es solo cuando el hombre es traído al punto de confesar que se es verdadera y completamente tan pecador que se puede recibir misericordia. Entonces está ante la presencia de Dios en su verdadera relación; entonces puede honrar y alabar a Dios de verdad por su gracia.-
Sin embargo es precisamente esto lo que muchos de lo que están buscando la gracia no entienden. Se imaginan que la fuente de un cambio de actitud en sus corazones permite a Dios persuadirse de mostrarles su favor.- Continúa