viernes, 22 de octubre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 22 DE OCTUBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO VIII
Continuación…
Encuentra bastante en qué ocuparse consigo mismo: “Mis pecados están siempre delante de mí”. Hace muy serio la confesión:”Mis pecados…” Hay muchos que están haciendo todo lo que pueden para manifestar que el pecado no es suyo, pero él reconoce el pecado en su corazón. Una persona se imagina que el pecado pertenece al demonio: él tiene la culpa. Otro se imagina que la culpa está en todos y depende de las circunstancias. Un tercero, quizá no en palabras, pero sí en el corazón, dice que el pecado viene por imputación de Dios, que hizo que las personas nacieran en esa condición. Pero el verdadero penitente exclama: “¡Mi pecado…!”. Sí, el pecado es mío, más aún que mis propiedades, mi casa, mi esposa o mis hijos. Es parte de mí, nadie puede sacármelo excepto Dios. Es una confesión de espantosa sinceridad: “Mi pecado está siempre delante de mí”.
¿Deseas recibir misericordia? Mira aquí, pues, lo que constituye un elemento de la oración pidiendo misericordia. No des media vuelta al ver el lado penoso y humillante de la confesión. Considera que no dedicas nunca bastante tiempo o esfuerzo para que tu confesión sea completa y sentida. Habrá mucho que desearías dejar al margen; pero ten la seguridad de que no hay nada que te afecte tanto, no hay nada que tenga tanta importancia para ti como tu pecado. En cada pensamiento que Dios tiene de ti, en cada momento que sus santos ojos están fijos en ti, esto es lo primero y principal que ve en ti: tu pecado ¿No es pues, de la mayor importancia que te veas como Él te ve a ti? En cada oración pidiendo misericordia que hagas, este es el primer punto al que Dios mira: si deseas de verdad la gracia y la deseas intensamente; esto es, si te aborreces y condenas a ti mismo como inmundo, si tus pecados son para ti algo total y constantemente malo, y si como pecador, sabrás recibir y valorar la redención que hay en Cristo Jesús. Por tanto, ¡ojalá! que aprendas a decir, con toda sinceridad:”Mi pecado está siempre delante de mí”. Sin esto no puede haber verdadero arrepentimiento, no hay sincera oración pidiendo misericordia, no hay fe viva, no hay agradable comunión con Dios. Estamos destinados al conocimiento y goce de la redención de Dios aquí abajo y todavía más a la bienaventuranza y paz en el cielo donde alabaremos y gozaremos de la gracia gratuita que ha redimido al impío.
Quisiera hacer énfasis sobre estas consideraciones porque sé que hay muchos que tratan superficialmente la confesión de pecados. Están dispuestos a confesar que son pecadores, porque todos los hombres se hallan en la misma posición. Pero, por desgracia, no saben nada de la tremenda seriedad de la confesión. No la pronuncian con vergüenza, no la pronuncian ante Dios y de rodillas; la hacen sin estar sedientos de gracia. Que Dios redima muchos de mis lectores de esta insensibilidad y les haga exclamar, en completa sinceridad y con el corazón contrito: “Ten piedad de mí, oh Dios…; mi pecado está siempre delante de mí”.-

1 comentario:

VICTORIA dijo...

´Parecería a juzgar por lo extenso de su comentario que Murray se excediera ahondando en la contricción del penitente. Pero ésto nos ocurre por lo liviano e indolente que se nos ha presentado el evangelio de la gracia y por otro lado las disculpas que siempre aportamos los penitentes y se nos ha dado por resuelto todo con unas simples palabritas dirigidas al Señor que pareciera que ni siquiera hemos ofendido. Esto hace que el pecar sea lo normal y que el dolor de haber pecado ya lo sufrió otro, para qué sufrirlo ni sentir angustia alguna por ello nosotros? Creo que ni se enseña la grandeza de Dios, ni la miseria nuestra en lo alto y profundo de ambos polos. Victoria