viernes, 17 de diciembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 16 DE DICIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XXX
Continuación…
Esto es verdad respecto a la primera gracia del perdón. ¿Durante cuánto tiempo estuviste pensando que tenías que prepararte para la gracia y que tenías que traer y ofrecer algo para poder ser aceptable ante Dios? Y cuando la fe vino, ¡cuán simple fue recibir aquello que Dios había hecho por ti y te ofrecía! Tú preguntaste: “¿Esto es todo? ¿Es la salvación tan simple? Y ¿tan cerca estaba?” Entonces aprendiste a comprender lo que quiere decir David con “No quieres sacrificios”.
Lo mismo se puede decir de la gracia santificadora. La santidad no es algo que nosotros realizamos. La santidad es solo de Dios y nosotros nos hacemos santos solo a medida que Él nos hace participar de Su santidad. Cristo fue entregado para nuestra justificación, pero también para nuestra santificación. El que entiende bien esta verdad, goza de la salvación de la vida de gracia como una continua apropiación y recepción de la plenitud que es en Cristo. Sabe ahora que la vida de salvación no es un sacrificio continuo y severo, sino una experiencia gloriosa de lo que la gracia de Dios en su poder y riquezas puede obrar en él. La obediencia es mejor, más alta, que los sacrificios: esta verdad profunda pone al descubierto el secreto del verdadero servicio de Dios. No es lo que el hombre hace o trae, aunque es en apariencia la ejecución de la ley, sino la disposición inocente de amante sujeción, lo que está cumpliendo la ley.
La idea que antes sugería el servicio de Dios era que se trataba de algo difícil, estricto, con mucho autosacrificio, pero el creyente descubre que es gozo y poder de la vida preparada para él por la compasión de Dios en Cristo. Su servicio a Dios pasa a ser un servicio en el gozo del amor. El amor no habla de sacrificios. Otros pueden bien gloriarse en los sacrificios que hace el amor, pero el que los hace, el amor, el que ama, no los considera de ningún modo sacrificios. Al que ama, son una necesidad un deleite; son su vida.
Una disposición así, que ya ha reconocido la actitud de gracia de Dios hacia nosotros, discierne también el sentido en que se aplica a nuestros prójimos la afirmación:”Tendré misericordia, y no sacrificios”. Sabe cómo debe tratar a los caídos, con compasión y amor, y no con los requisitos duros de las sentencias de la ley. Comprende el secreto del amor por medio del cual los transgresores aprenderán los caminos de Dios y los pecadores se convertirán a ÉL. “No quieres sacrificios”, es el Evangelio de la consolación personal, que a su vez es proclamado gozosamente a los otros.-
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