sábado, 3 de mayo de 2008

¡SANTO, SANTO, SANTO, JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS! ULF. EKMAN

"Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios,.... han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" Isaías 6.5
El profeta Isaías quedó enmudecido. sobrecogido y transformado por lo que vió. Vió al Señor sentado sobre un trono alto y sublime y que la cola de su manto llenaba el templo. Vió a los serafines al lado del Señor, y escuchó como unos a otros se gritaban: "¡Santo, santo, santo!".
El templo se llenó de humo y los quiciales de las puertas se extremecieron. La Presencia de Dios era tremendamente perceptible e Isaías fué sacudido en la base de sus fundamentos.-
Lo que vió, caló en lo profundo de su ser y nunca le abandonó. Por causa de esta visión, la imagen que tenía de sí mismo, se le cambió totalmente. La santidad de Dios hacía que el pecado en su vida se detacara mucho más categóricamente. La ceranía de la santidad de Dios elevaba el nivel en todos los aspectos en la vida de Isaías. Lo que antes era "comodidad", ahora es negligencia y holgazanería o dejadez. Lo que antes era de "interés general o común", ahora es mundanalidad. Lo que anteriormente la "mayoría ha establecido por el uso y costumbre", ahora viene a ser inaceptable: "¡Ay de mí!, que soy muerto".-
Una profunda angustia se ha apoderado de su ser sobre su situación espiritual, a pesar de ser el profeta ungido del Señor. Descubrió negligencia y pecado en su forma de hablar, "yo tengo labios inmundos". No podía continuar con sus servicio a Dios, ni hablar ni predicar la Palabra de Dios, si sus propios labios no eran purificados. Un ángel vino con un carbón del altar, lo puso en su boca, y su manera de hablar fué limpia. Ahora podía hablar lo que Dios quería que hablara. Lo mismo sucede con nosotros, nuestro nivel es mucho más bajo que el nivel de Dios. Pero cuando Él nos toca, nos levanta mucho más alto de lo que nosotros podemos imaginarnos.-
ORACIÓN: Gracias Señor porque Tú nivel es más alto que el nuestro. Permite que el tizón de tu fuego, quite toda suciedad de mi vida y de mi forma de hablar. En el nombre de Jesús ¡AMÉN!

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