miércoles, 30 de diciembre de 2009

COMENTARIO A LO TRATADO SOBRE NUESTRO "YO" (ego)

COMENTARIO A LA VIDA DEL “YO” (EGO) por V. Glez. Boto


Me ha sido de mucho provecho y me ha dado mucho que pensar el tema. Creo que todo creyente, debería tener muy presente y ser cuidadoso en este punto de su vida, es el punto central en su relación con Dios.

Nuestro “YO” siempre tiende a ocupar el punto más relevante en todas nuestras acciones. Es juntamente lo opuesto a lo que debiera producirse. Para ello necesitamos haber sido crucificados, muertos en Cristo, haber reconocido nuestra condición de pecado e incapacidad propia, para hacer lo bueno sino es Él quien lo produce en nosotros.-

Al encontrarnos frente a la Ley y la Justicia divina, cuando la Palabra de Dios nos revela por medio del Espíritu Santo nuestra condición de pecadores, nos rendimos ante la evidencia de la “sentencia de muerte eterna” que nos corresponde y caemos de rodillas ante el Señor buscando su perdón y clemencia. Esto debe ser común a todo pecador que llega a la Cruz de Cristo y confrontado a ella, ve y siente lo que debía ser su condena y acepta la dádiva gloriosa de la salvación gratuitamente y sin reserva.-

Esa primera vez fue glorioso. Su paz nos hizo sentir el bálsamo del perdón y empezamos a vivir en el deseo de agradarle, de conocer Su voluntad para seguirla y nada se nos hacía difícil. Si había que reconducir hábitos o formas de vivir, estábamos dispuestos a venir a Su presencia en oración y pedir su fortaleza y ayuda para salir de todo compromiso o formas de vida que nos apartara de servirle o agradarle según la luz que nos era revelada paso a paso a cada uno.-

Pero la vida nos lleva por caminos a veces tortuosos e imprevisibles y aquí viene la PRUEBA DE NUESTRA FE.

El vivir como “creyente integral” conlleva un vivir diario en dependencia divina. No admite diferencias entre lo externo y lo interno. En cuanto que hay dualidad y está dividida el alma, el resultado es vivir en la mentira con uno mismo y sus principios, lo cual al final conduce a la nulidad en todo. El creyente tiene que tener presente que lo que gobierna su vida no es lo externo sino lo interno. Si es ambivalente, el resultado es falso, mentiroso y por lo tanto carente de efectividad, de vida que produzca frutos para la eternidad. Este vivir resulta en un testimonio incoherente que el mundo juzga por mentira, y al creyente le va inoculando un “virus”, que al discurrir de los años se va perdiendo el punto de referencia cristiano y nos vamos contextualizando con la vida que nos rodea y perdiendo la pureza del carácter verdadero del creyente fiel y santo.-

Cuando vienen las tentaciones, falta el carácter cristiano porque no se ha desarrollado. El “YO” domina nuestra vida, nos conformamos con ir a la Iglesia, cumplir ciertos requisitos que al final no son tampoco órdenes divinas, sino humanas en la mayoría de los casos y así vivimos hasta que llega LA PRUEBA DE NUESTRA FE y en vez de responder como “crucificados” respondemos como muy “vivitos” y nos vemos arrastrados por el pecado que agrada a nuestro “YO” (ego).-

¡Cuánto sufrimos innecesariamente! Si hubiéramos interiorizado que si no cuidamos nuestra salvación con temor y temblor, la tentación está a la puerta y entra por cualquier resquicio que tenemos descuidado y desprotegido para hacernos pecar, otra cosa sería nuestra vida cristiana. Sería nuestro vivir santo y agradable a Dios como hijos que hemos sido adoptados en Cristo Jesús para alabanza de Su gloria.-

Pero caemos, pecamos y aún hay algo peor, seguimos en nuestra condición de derrotados, sucumbimos y no sabemos levantarnos, porque no tenemos un “adiestramiento” en las disciplinas cristianas que debieran gobernarnos todo el discurrir de nuestra vida hasta estar en Su presencia en gloria.-

Una de las disciplinas que debiéramos aprender es a “HACER EXAMEN DE CONCIENCIA”.-

Como creyentes, nos conformamos diariamente (en el mejor de los casos) con orar un ratito, la mayoría de las veces sin pensar mucho lo que decimos; leer algún capítulo de nuestra Biblia y ya nos parece haber adquirido todo el alimento suficiente para mantener nuestra vida dentro de los límites aconsejables. Asistimos a los cultos y hacemos incluso lo que se nos encomienda. Participamos de la Comunión y ahí hasta nos damos un repasito interiormente, sin profundizar verdaderamente en ello. Pero, ¡qué poco se enseña a algo que debiera ser diario, al terminar cada día!: Examen de conciencia.-

Este es un ejercicio espiritual que nos aportaría mucha bendición, ya que se nos aparecería delante de nuestros ojos de la fe: detalles, situaciones, conversaciones, palabras, tiempos “muertos”… en fin, todo aquello que en apariencia ni siquiera se puede tildar de pecado, pero que fue pecaminoso, que inducía a pecado, que puede, si se deja ahí, producirlo o ser caldo de cultivo para sobre ello fomentarse y terminar en la ejecución del mismo.

En ese EXAMEN, la conciencia que tiene sus limitaciones establecidas según el diseño de Dios en Su palabra, nos pone de relieve aquello en que nos salimos del “molde” divino. Para mayor énfasis y que se nos haga más relevante, deberíamos de escribir en un cuaderno aquellas palabras o actos, modos o maneras en que no estuvimos al nivel santo del hijo de Dios que somos. Cuando tenemos que ponerle nombre a estos resultados del “examen” nos asustamos, nos damos cuenta a dónde fuimos a parar. Si lo mismo le hubiera sucedido a otro hermano, ¿Qué opinaríamos de él? ¿Le pondríamos nombre rápidamente a su conducta, o seríamos tan magnánimos con él como lo somos con nosotros mismos? ¿Encontraríamos las mismas disculpas para el hermano, como encontramos para nosotros? El escribir y ver reflejado el hecho crudamente con nombre y hasta “apellido”… nos haría el provecho que aporta “el dolor de corazón”: EL ARREPENTIMIENTO

Creo que el examen de conciencia nos reportaría tanta salud espiritual, que nuestras vidas serían transformadas rápidamente y conformadas al sentir y voluntad de nuestro Señor. Que las congregaciones estarían llenas de verdaderos santos en los cuales el mundo se vería contrastado y buscaría poseer esa vida que el mundo no tiene ni puede ofrecer, sería un ambiente de hermandad y de amor en Cristo que el poder de Dios gobernaría todas las mentes y toda decisión sería unánime para ejecutarla y de bendición general.-

Cuando el “YO” (ego) toma control de nuestras vidas, es el desastre para vivir la vida cristiana integralmente. El corazón dominando nuestras mentes nos lleva directamente a todo lo que nos place o da placer y de poco vale lo que SABEMOS que DEBEMOS HACER, porque el dominio del corazón arrastra nuestra vida a lo que nos ALEJA de Dios y nuestra carne es llevada por la corriente de este mundo alejándonos de la verdadera vida en Cristo, que es la que nos conduce al disfrute eternal de la comunión con Dios plenamente. La mente es sometida a los placeres del corazón y nuestro vivir es carnal y de derrota espiritual. Debemos ayudar a otros sabiendo lo que ya hemos probado en nosotros mismos para que como dice el apóstol Pablo: Crezcamos y abundemos en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” 2ª Tesalonicenses 3.12-13

No hay comentarios: