miércoles, 9 de diciembre de 2009

"VIDA DE SU VIDA" F.J. Huegel

CAPÍTULO III

Continución

El camino es la Cruz de Cristo. La “vida vieja” debe ser eliminada, como aconteció en la vida del Hijo del Hombre. Pero la Iglesia aún no ha pasado por el fuego consumidor del radio del Gólgota. A ese se debe su impotencia para enfrentarse con la hora crítica de la gran crisis económico-moral de nuestros tiempos.-

Sería falso hablar acerca de avivamientos sin relacionarlos con una participación profunda en la Cruz. Algunos líderes cristianos toman el asunto con suspicacia. En ocasiones hasta se teme hablar de avivamiento. La Iglesia, por supuesto, hace bien en librarse de cualquier mal entendido evangelismo. El evangelismo que brota en la Iglesia de la “vida carnal”, que es puramente artificial, que tiene como base una serie de trabajos de la vida humana; el avivamiento que no consigue cortar con “la vida vieja”, y llevarlo al Calvario para su ejecución, es espúreo. Dos hijos de Aarón perdieron su vida por introducir fuego extraño en la ceremonia de las ofrendas de los israelitas. Si Dios se prestara a reuniones y avivamientos de fuegos extraños y les concediera su apoyo, Dios se constituiría en enemigo de la Cruz. Se enemistaría con el Hijo. Estaría tratando de revivir lo que Jesús destruyó. Saúl puede rehusar degollar a Agag, pero no así Samuel. “La carne nada aprovecha” “Nuestro viejo hombre es crucificado con Cristo” “Los que son de Cristo han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias”. Se lee en Éxodo que nunca se aplicaba el aceite hasta haber rociado la sangre. El aceite (el Espíritu Santo) después de la sangre (la Cruz). Éxodo 31.32. Para ser participantes de la vida de Cristo es necesario participar de la Cruz de Cristo.-

Es interesante ver cómo esto de que estamos hablando se explica también en el gran Libro de la Naturaleza. Difícilmente se encuentra una página que no enfatice el hecho de que la vida es el resultado de la muerte. Ningún árbol, ninguna gema, ningún arbusto, ningún fruto existe sin el precio de la muerte de la semilla.-

En cierta ocasión un cosechero de algodón me llevó a visitar su plantación. Ahora agradezco su insistencia en llevarme caminando detrás de él por los surcos donde estaba plantado el algodón, porque Dios me habló a través de la exposición que mi amigo hizo de cómo vive la semilla del algodón. Primero arrancó una media docena de semillas que apenas estaban brotando para enseñarme el crecimiento, y nunca olvidaré lo que vi: que la semilla, antes de crecer hacia arriba, había echado una larga raíz hacia abajo. Cualquiera habría pensado que una vez sembrada la semilla, tendría suficiente muerte con aquella sepultura, y que sus primeros esfuerzos serían para crecer hacia arriba en busca de luz, de aire y de libertad. Pero no es así. Primero crece más profundamente en la cárcel de su tumba ya hecha.-

El Antiguo Testamento, con la ayuda del Espíritu Santo, arroja luz sobre el misterio de nuestra crucifixión con Cristo mediante el uso de diferentes tipos, de símbolos y de algunas historias. Por ejemplo: Abraham tiene que sacrificar a Isaac, se salva, pero es ofrecido por su padre en espíritu, y debido a esa actitud de Abraham se le concede la promesa que dice:”Bendiciendo te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como la arena que está en la orilla de la mar”. También en Hebreos 11.11 leemos que dice: “de uno, y ése ya amortecido, salieron como las estrellas del cielo, en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla de la mar”.-

José permaneció sepultado en las mazmorras de una prisión egipcia antes de convertirse en el salvador de su pueblo, cuando sentado en un trono reinó con el gran Faraón. Moisés se preparó durante cuarenta años en la árida escuela del desierto de Madián. Allí dejó muchas tumbas a lo largo de los montes en donde quedaron sepultadas una y otra esperanza, hasta que lo último de su YO, quedó completamente aniquilado. De entre esas tumbas se levantó el hombre que habló cara a cara con Jehová; aquel gigante moral de la antigüedad, cuya mano guiadora continuará sintiéndose en los asuntos de todos los pueblos hasta la consumación de los siglos; y sin ella nada de esto habría sido posible. Si el libro de Levítico con sus millares de sacrificios, y con sus ríos de sangre significa algo, ello es que Dios sólo se entrevista con el hombre a través de la Cruz.-

Esta edad fatua y bullanguera, intoxicada de Jazz, rechinará los dientes y dejará de oír como aquellos que apedrearon a Esteban. Porque estas cosas duelen, pero los que han agradado al Señor y que han abrevado vino del cielo; los que no se satisfacen sino con la plenitud del Espíritu, y cuyos corazones son cono “hornazas de deseos” por las cosas profundas de Dios, para todos ellos son con gozo inexplicable bienvenidas estas verdades que cortan, que queman, y que destruyen con estruendo la “vida vieja”.-

En un magistral estudio que el Dr. Trumball hace de los sacrificios y pactos de sangre antiguos, descubre que todos los pueblos de la antigüedad, de cualquier raza o país, han practicado en una u otro forma sacrificios de animales o de seres humanos. Como resultado del estudio que hace y que lo lleva entre multitud de aborígenes en los que se practican sacrificios, concluye que un instinto tan universal y tan arraigado como éste revela que el hombre, movido por las intuiciones más profundas de la raza, siempre ha tratado de usar la muerte para congraciarse con lo divino y establecer relaciones de armonía con ello.-

Al pueblo de Israel le fue ordenado marchar hasta el valle del Jordán y depositar en el cauce del río doce piedras en forma de altar a fin de poder entrar en la tierra en donde fluía leche y miel. Una vez que al pueblo pasó, las aguas retornaron a su cauce sepultando las doce piedras que representaban las doce tribus de Israel. Es decir, Israel no pudo habitar la tierra de Canaán sin estar sepultado constantemente en forma simbólica en las piedras, en el río (Josué 4.9)

David no subió al trono hasta que paró muertes incontables en las cuevas filisteas a donde fue seguido como perro por el furioso Saúl. Los Salmos, con toda su variedad y hermosura, tan apropiados para todas las ansiedades humanas, poseedores de la vida seráfica de comunión, nunca habrían existido, a no ser por la crucifixión que experimentó el corazón del dulce cantor de Israel como resultado de las persecuciones de Saúl. Isaías se deshace en la presencia del Señor porque debe ser purificado con un carbón encendido tomado del altar de los cielos. Jeremías muere mil veces al derramar lágrimas a favor del pueblo escogido. Jonás es arrojado al mar y tragado por una ballena, pero ni aún así se despoja totalmente de suyo YO. El pueblo de Dios no ha llegado a la cima de la montaña espiritual, a la gloria de la comunión inquebrantable con el Altísimo, sin antes haber llevado hasta el polvo de la muerte, una y más veces a “la vida vieja”, ”la vida carnal”. Cuando el Amado del Cantar de los Cantares dice: “Dejad que me bese con los ósculos de su boca” el lenguaje simbólico de Cantares indica que el alma tiene sed de verdadera unión con Cristo; sigue inmediatamente una confesión: “Mi Amado es para mí un manojito de mirra (amargo)” “Mi Amado es un racimo de Copher, de árbol de cementerio en las viñas de Engadi” ¡Y eso quiere decir muerte!

Es imposible que el Amado nos traiga a la unión consigo mismo si no es por medio de una profunda participación en Su Cruz. El enojo, la ira, la maledicencia, los celos, los odios, las contiendas, las envidias “la vida carnal” (Véase Gálatas 5.19-21 para un análisis de la “vida carnal”) todo eso debe morir. Debe ser destruido completamente y sin misericordia. Este es el punto en el que el Salvador necesita ser firme, y no perdonar nada. No se puede titubear, tiene que ser severo. No es posible que nos levante a lo más alto sin colocarse entre nosotros y lo más bajo.-

¿Ha tomado usted ya su lugar con Cristo en Su muerte? Es necesario hacer de esa muerte la propia, por medio de un acto de fe. Debe colocar la Cruz de Cristo entre usted y el “cuerpo de pecado”. En suma, debe usted aprender a rechazar las cosas, basado en la crucifixión de su propia vida natural –la llamada “carnal” – y tomar su lugar con Cristo en el Calvario para que cada vez que la vida del YO quisiera re-instalarse, usted diga: “NO, he muerto en Cristo, y en Su Nombre rechazo todo”. Una vez dado este paso, el Espíritu Santo dará testimonio de vuestra fe, y os hará libres manteniéndoos en libertad.-


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