miércoles, 15 de diciembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 15 DE DICIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XXX
Continuación…
Bajo el viejo Pacto había dos clases de sacrificios: las ofrendas por el pecado y las ofrendas por la culpa, como sacrificios de expiación; y las ofrendas de acción de gracias y los holocaustos, que representaban consagración al Señor. El descubrimiento de las profundidades del pecado le ha hecho sentir la necesidad de algo más que una expiación externa por medio de una ofrenda por el pecado, es decir, una expiación efectiva y divina. Ahora entiende que el poder de esta expiación le permite llevar más que una mera ofrenda de acción de gracias, es decir, una consagración espiritual e interna.
Esta interrelación entre las divinas verdades se ve siempre. Cuando más profundo el reconocimiento del pecado, más alta es la aprehensión de la gracia sobrenatural divina, de la divinidad del Redentor, y de la obra del Espíritu, y más espiritual es la comprensión de la gloria de la nueva vida que nos es posible por medio de la gracia.
En todos estos respectos este Salmo es una profecía de la gracia del Nuevo Testamento. Es precisamente en la expresión “no quieres sacrificios” que existe la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Bajo el viejo Pacto y según la Ley, el hombre debe dar siempre algo a Dios para que sea quitado su pecado. En el Evangelio, por otra parte, es Dios que da al hombre lo que puede expiar su pecado. Bajo el Nuevo, Dios va al hombre con un sacrificio, a fin de que pueda recibirlo y ser bendecido por el mismo.
Este es el significado de la palabra del profeta, repetida por el Señor Jesús cuando dijo a los fariseos:”Id pues y aprended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificio” Mateo 9.13 La gloria del Nuevo Pacto consiste en no requerir y llevar sacrificios (que era la característica del Viejo) sino en mostrar y recibir misericordia. Y así, el que quiere gozar de la salvación del Evangelio debe sobre todo entender la afirmación: “No quieres sacrificios”.
Esta palabra nos recuerda la libertad de la gracia de Dios como fuente de bendición. El Espíritu de la justificación por la Ley y la justificación por las obras es tan natural que nos inclinamos siempre a considerar a Dios como “difícil y estricto”, alguien que exige de nosotros cosas difíciles. Deberíamos de abandonar esta tendencia. Dios es un Dios que no exige sino que da y lo da gratuitamente; y el secreto de la comunión con Él es siempre considerarlo como un Dios de quien uno puede pedir y esperarlo todo. Él se deleita en la misericordia, no en el sacrificio.- Continúa…

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