jueves, 26 de noviembre de 2009

"VIDA DE SU VIDA" F.J. Huegel

CAPÍTULO II

Continuación

¡Cómo es de desearse que la Iglesia hiciera suya la frescura de la visión del Calvario, hasta llegar a apreciar el significado de cada uno de los aspectos más profundos de la Cruz; que los cristianos se dieran cuenta de que el objeto principal de Jesucristo, fue exterminar la “antigua creación”! Jesús que era el Hijo del Hombre, toma al hombre para llevarlo hasta la tumba, a fin de destruir “el cuerpo del pecado” para dar fin a la “vida antigua” trayéndola luego en el poder de la resurrección cargada con la dinámica de un vida celestial. Al referirse Pablo tanto al Judío como el Gentil, dice lo siguiente: “Cristo…Dirimiendo en su carne las enemistades…para edificar en sí mismo los dos en un nuevo hombre…por la cruz” (Efesios 2.15-16). Reconocer esta verdad viva produciría una revolución espiritual que afectaría toda la vida de la Iglesia, la barrería como una alta marea de la vida divina, fortaleciendo a los miembros del Cuerpo de Cristo, entre los cuales hay algunos que actualmente languidecen en los pantanos de la decrepitud espiritual, llenándolos, en cambio, de un nuevo gozo, encendiendo en ellos la vida celestial que es la Vida de las Edades. Dijo el gran predicador francés Lacordaire, que la Iglesia nació crucificada, y que por tanto, permanecerá aislada sin que broten de su seno ríos de agua viva, en tanto que no caiga al polvo y muera como su Cabeza Divina. Algunos de nuestros hermanos británicos han dicho con razón que lo que hará que la Iglesia recobre la llama del celo apostólico, y que tenga frutos como los de los primeros cristianos, no ha de ser por medio de un gran avivamiento del reino de la hechura carnal, sino por medio de una muerte Divina.-

Quiera Dios darnos gracia para entender claramente que Cristo no viene a nuestras vidas a poner parches en el “hombre viejo”. En este punto muchos cristianos se han “ahogado”, porque han creído que la misión de Cristo es “hacerlos mejores”, aún cuando no existe ninguna base bíblica para sostener tal idea. Jesús dijo que su intención no era echar el vino nuevo en odres viejos. Dijo que no había venido para traer paz sino espada. Dijo también que ninguno que no se negare a sí mismo podría ser su discípulo. Jesús no vino simplemente a enderezar la “vida vieja”; tampoco ha prometido hacernos mejores; toda su obra redentora consumada en la cruz, descansa en algo que es más que un suposición, porque Dios lo llama un hecho, y es que la condición del hombre es tal, que sólo muriendo y naciendo de nuevo, puede llenar las exigencias del caso. Así que lejos de tratar de parchear al hombre, dejando que después imite lo mejor que pueda a su modelo que apareciera hace dos mil años en Judea, a saber Jesús; simplemente lo lleva hasta la tumba, donde termina por entero con la “vida antigua”, y a continuación, lo hace participante también de su resurrección. Cristo, nuestro Señor nos une con El mismo, impartiéndonos vida enteramente “nueva”; solo que lo nuevo se obtiene mediante el rechazamiento de lo viejo. Jesucristo es la Vid, nosotros somos los pámpanos. El es la Cabeza, y nosotros constituimos el cuerpo.-

Pablo emplea hábilmente en sus epístolas un “si” condicional, que es importante, porque a menudo señala hacia el Calvario; de igual modo nos asombra con una demanda imperativa en el sentido de que debemos permitir nuestra co-crucifixión. “Viviremos con Cristo si morimos con Él” “Seremos como Él, en la semejanza de su resurrección, si somos plantados en la semejanza de su muerte” “Reinaremos con Él, si sufrimos con Él”.-

Muchas veces he pensado en aquella figura simbólica que levantó Moisés en el desierto. Jesús la empleó, refiriéndose a ella en la entrevista que tuvo con Nicodemo y dijo: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. Y yo me pregunto, ¿por qué fue una serpiente? ¿por qué no fue otra cosa la que se empleara al tratar de encontrar un símbolo para tipificar al Rey y su obra redentora en la Cruz? Está escrito que todo aquel que veía a la serpiente era sanado. Mas nos preguntamos ¿por qué había de ser una serpiente en lugar de un lirio, o una rosa?¿ no era esa la representación que tuvo la Rosa de Sarón? Yo pude entenderlo después de que descubrí el principio de la identificación. Jesucristo no estaba solo en la Cruz del Calvario, porque nuestros hombre viejo fue crucificado en el segundo Adan, - el Hombre representativo- quien estaba en el madero maldito no por sí mismo, sino por el hombre; allí estaba Uno, identificado plenamente con el hombre en su sufrimiento y en su pecado, tan fundido en la iniquidad y en la depravación de la raza humana, que no podía morir a causa del pecado o al pecado, sino para que el hombre muriera éticamente al pecado en Él. Por consiguiente; si era mi “propia vida” tan maldecida como aborrecible, la que fue clavada en la Cruz de Cristo y de acuerdo con el juicio de Dios murió con Él, no podía haber habido mejor símbolo que el de la serpiente. En verdad hay en el hombre una serpiente que, picando con el aguijón de la muerte, ha envenenado todas las fuerzas del ser; ha arrojado al hombre a la noche del enajenamiento de Dios, por lo que su condición no es envidiable en absoluto, en tanto que no se arranque de él la vileza y le sea inyectada vida nueva. No se necesita otra maldición; no será sellada otra sentencia; ni habrá otra condenación. La misma naturaleza del YO vista en su esencia y en sus consecuencias propias, produce como resultado irremediable la miseria. Esa es una ley, -una ley inexorable.-

No hace mucho tiempo, leí yo acerca de la extraña suerte que corren ciertas señoritas empleadas en un laboratorio donde es inevitable el contacto con el radio. Saben esas señoritas que al entrar a trabajar en la fábrica, sellan su suerte, porque van a morir, Después de algunos meses, o quizá años, no recuerdo el tiempo exacto, obtienen su libertad y se les deja abandonar el trabajo con un atractivo cheque de diez mil dólares. Algunas de ellas sobreviven un año, otras dos y aún tres, pero todas, al fin, mueren víctimas del radio, y a eso se debe tan cuantiosa remuneración. Algunos médicos han examinado a través de los Rayos X a señoritas que han estado en contacto con el radio y han encontrado la existencia de un fuego extraño que consume lentamente su vida, quemándoles los huesos. El radio mata, y es la fuerza concentrada más poderosa que conocen los hombres de ciencia.-

Dos mil años hace que nació en un establo de Belén el don que Dios dio al mundo en su Hijo Unigénito. En Él estaba concentrado el inmenso amor del Padre, pero la fuerza completa de ese amor redentor, no se desprendió para ser regado sobre el mundo plagado de pecado, sino hasta que en el Calvario se destrozó el corazón ardiente del Amado. Fue entonces cuando el radio celestial se enfocó sobre el gran cáncer del pecado y la vergüenza de la humanidad. El radio mata. No hay poder debajo del cielo que pueda aguantar la concentración de su fuerza. La Cruz mata. El hombre que se expone a sí mismo a la influencia de la Cruz, descubre pronto que un fuego interno quema sus huesos. La “vida personal antigua”, sensible y exigente, codiciosa y quisquillosa, tan arrogante, tan vanidosa y tan ciega que se fija sólo en su codicia personal, está dispuesta a sacrificar el bien de los demás para asegurar su propia gloria. Esa “vida personal antigua”, no puede resistir más el impacto del Calvario como tampoco resistiría una frágil embarcación el golpe del oleaje de un mar embravecido.-

El Dr. Mabie en su obra inmortal “La Cruz!”, refiriéndose a la muerte del Salvador, como “Lo inmortal-muriendo” . Dice que eso generó una gran fuerza –fuerza moral destructiva del pecado- al lado de la cual toda la ética fría de las edades, todos los preceptos de los moralistas, sí, y todas las leyes de las naciones, son como el parpadear de una estrella frente al fuego de un sol de medio día. En verdad no fue una mera muerte. Las rocas fueron despedazadas y la tierra tembló en aquella hora de triunfo en que el Hijo del Hombre exclamó (el evangelista insiste que fué “con una gran voz”): “Consumado es”. La vida no se desvaneció meramente, sino que aumentó su fuerza. Por eso en la última hora, el gran grito de la consumación sacudió toda la tierra, “Cuando el Centurión que estaba delante de él, viendo….dijo: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”. (Marcos 15.39).-

Con razón el Dr. Mabie habla del “proceso medio” de la muerte y de la resurrección. La resurrección estaba en la muerte, y la muerte en la resurrección. Ese radio moral concentrado, si se puede decir así, entra en el espíritu del creyente cuando éste se rinde a la Cruz de Cristo. La “vida antigua” puesta bajo el poder dinámico de la Cruz, es condenada a muerte. Entonces la vida resurrecta toma su lugar. Por eso el apóstol de los gentiles exclamó diciendo:”Lejos esté de mí gloriarme sino en la Cruz de Cristo por quien soy crucificado al mundo, y el mundo a mí”.-

“Nosotros predicamos a Cristo crucificado, a los judíos piedra de tropiezo, y a los que son llamados, al judío primeramente, y al griego, Cristo es el poder de Dios”. (Poder, del griego DINAMIS, de donde se deriva nuestra palabra “dinamita”)

Fin del Cp. II

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