jueves, 4 de noviembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIÓN DIARIA 4 DE NOVIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XIV
Continuación….
En el Nuevo Testamento es todavía lo mismo. Dios es Santo. El pecado no puede entrar en contacto con Él, nuestros pecados son muchos y no podemos borrarlos. Incluso las aparentes buenas obras son muertas. Llevan en ellas las marcas del pecado y de la muerte de la naturaleza corrompida, de la cual proceden. El que no ha sido purificado de la manera provista por Dios debe ser cortado de la congregación. Comprende esto bien, no hay cambio o reforma que pueda restaurarte el acceso a Dios. Una cosa es necesaria: debes ser limpiado, y esto debe ser hecho por Dios mismo; de otro modo no puedes entrar en el cielo. Que el terror de la idea de ser echado afuera te inspire a hacer tuya la oración de David: “Purifícame con hisopo, y seré limpio”.
La oración de David nos enseña además que esta purificación es accesible. El Espíritu de Dios enseñó a David a orar en armonía con lo que significaban los tipos o símbolos del Templo. El Nuevo Testamento nos dice: ”¿Cuánto más la sangre de Cristo… purificará vuestras conciencias de obras muertas par que sirváis al Dios vivo?” Hebreos 9.14 Sí, es la sangre de Cristo que puede limpiarnos. La becerra lozana era sacrificada y quemada y su sangre era rociada en el tabernáculo. El agua de la purificación era preparada con las cenizas de este sacrificio. Jesús es el sacrificio perfecto, Él murió por nuestros pecados. Ha vencido al poder del pecado y de la muerte y lo ha cancelado. Ha entrado con su sangre en el Lugar Santísimo. Ten la seguridad que puedes ser purificado y limpiado. Acércate a Dios con esta humilde oración para que te purifique, para que te rocíe con la sangre y experimentarás el poder de la misma. Él lo hará. La sangre de Jesús te limpiará de todo pecado. Si en fe, y en la gracia de Jesús buscas apropiarte de Su sangre, y confiado en su Palabra te acoges firmemente a la sangre que es para ti, el Espíritu de Dios te dará la seguridad de que ha quitado toda injusticia de ti. Ve a la fuente de la sangre de Jesús, preséntate allí a Dios, orando, velando, confiando. En respuesta a tu fe te será concedido y sabrás que eres limpio.
Me acojo a mi Salvador.
Pues su Palabra y su Espíritu
Puro y limpio me han dejado
Y sin mancha de pecado.
Continúa…

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