jueves, 11 de noviembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 9 DE NOVIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XVI
Continuación…
Cuán diferente es esta actitud de la de aquellos que oran un corto tiempo y luego otra vez buscan su gozo en el mundo porque no saben nada del gozo de Dios; o de aquellos que oran pidiendo perdón y sin embargo no creen que esta bendición, puede llenarlos de gozo; o de aquellos que buscan la fuente de gozo sólo en ellos mismos, en algún cambio de corazón maravilloso o la santidad de sus vidas. Amigos, aprended de David que, en el mismo instante que acudís en fe a la sangre de Jesús para recibir el perdón, podéis ser llenos del gozo de Dios:”Bienaventurado es el hombre cuyas transgresiones son perdonadas y cubierto su pecado” Salmo 32.1. Al pecador Jesús le dice: “ten ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados”.
¿Por qué, pues, hay tantos que nunca alcanzan esta alegría? Me parece a mí que este versículo del Salmo nos indica la razón. Cuando David dice: “Se recrearán los huesos que has abatido”, nos recuerda cuán terrible fue la convicción de pecado. Dios le había majado, es decir, le había hecho sentir que era su enemigo, que su ira estaba sobre David. La maldición de la ley de Dios le había derribado y ahora yacía magullado en el polvo. La realidad espantosa del pecado y su naturaleza, y la certeza de la ira de Dios, le había magullado de tal manera que no había posibilidad de curación y nada podía consolarle, a menos que fuera el perdón completo y la restauración completa. Si no hubiera estado seguro de ello, si hubiera tenido alguna duda sobre este punto, nunca habría tenido descanso otra vez. ¿Era el perdón de Dios una realidad para él? Deseaba estar seguro de ellos oyendo la voz de Dios de gozo y alegría.
Parece que es exactamente por esto que hay tantos que nunca llegan al gozo de Dios, y, en efecto, nunca lo desean con fervor. No han sentido nunca sus pecados, o pueden hablar a Dios de “los huesos que has abatido”. Saben que son pecadores; pero la convicción de pecado es simplemente asunto del entendimiento. El temor de Dios no se ha apoderado de ellos. Nunca han sido despertados a un sentimiento de la ira de Dios. No sienten que es algo terrible caer en las manos del Dios vivo. El Espíritu no les ha convencido de pecado. Nunca han aprendido a gritar: “¡Ay de mí, que perezco!”, y por tanto sienten tan poco la necesidad de gozo y certidumbre del amor perdonado de Dios.
¡Oh Dios, derrama tu Santo Espíritu! , que muchos puedan conocer sus pecados y sentir ansiedad real del alma. Que la ley los haga sentirse abatidos, que caigan bajo el temor de su maldición, que la Cruz los quebrante y que no hallen descanso sino en el perdón y el gozo de la sangre de Jesús.-
________________________________________

No hay comentarios: