martes, 16 de noviembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 15 DE NOVIEMBRE :
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XIX
Continuación…
Pero, esta pureza no es todo lo que la persona necesita. Hay una segunda purificación que es el fruto y la consecuencia de la primera. Un juez de la tierra puede absolver a alguien o proclamarle limpio, aunque su corazón continúe adherido a los delitos antiguos y al salir de la sala del tribunal, cometerlos otra vez. Pero, cuando Dios absuelve al pecador y lo proclama limpio simplemente y sólo por amor de Jesús, empieza en la persona la obra de purificación interna. La misma gracia que le enseña a orar por la primera pureza (el acto judicial por el que es absuelto), le enseña también a desear la segunda pureza (la purificación interior, que viene por la renovación del Espíritu); y por tanto, después que David ha rogado:”Purifícame…. y seré limpio; lávame…. “y seré más blanco que la nieve”, ruega aquí otra vez: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. Lo uno es tan indispensable como lo otro. Son dos formas diferentes en que la pureza de Jesús llega al hombre. Tan pronto como la persona cree, la justicia de Jesús le es aplicada, y por ello es inmediatamente aceptable a Dios, por ser limpio. La comunicación interior de la pureza de Jesús al alma tiene lugar por grados.
Las dos son una, pero no deben ser confundidas, como suele hacerse, en perjuicio de muchos. La una es la raíz, la otra es el fruto. La una sigue a la otra. Notemos esto cuidadosamente. David ha pedido primero la una (v. 8 ,9), y luego pide la otra. No hay que olvidar que la primera, la purificación por la sangre de Cristo debe estar presente antes de recibir la segunda, y que solo el que ha recibido y acepta la primera tiene el poder de obtener la segunda.
Que sea esta tu oración: “Ten piedad de mí, oh Dios, borra todas mis iniquidades. Crea en mí un corazón limpio”. Entendemos ahora el lugar que esta petición ocupa en el Salmo. Nos ha preparado para sentir mejor el significado y el poder del Salmo. ¡Que Dios nos enseñe a ofrecer esta oración con profunda sinceridad y de todo corazón! El deseo del verdadero suplicante debe dirigirse a la pureza interior, sobre todas las cosas. David no se contentó con pedir simplemente el perdón de sus transgresiones. Como sentía que toda su naturaleza estaba corrompida interiormente, deseaba ser purificado interiormente también. No está contento simplemente con la absolución del castigo merecido. Por desgracia muchos están contentos con el. No, él desea ser librado del poder y revestimiento del pecado. Cree que sólo según la medida de su santidad puede gozar de Dios, porque:”Bienaventurados los de puro corazón; porque ellos verán a Dios” Los que buscáis la salvación, no dejéis que vuestros deseos sean limitados al perdón. Debes esperar este corazón limpio. Dios el Creador es también Dios el Renovador. Él puede hacerlo. Como la obra de la primera creación no fue completada instantáneamente, sino poco a poco, lo mismo será con la renovación. El santo Dios puede hacerlo. Él puede hacer puro el corazón impuro. Es para esto que sirve la gracia. Puedes esperar esta bendición. Cuando oras pidiendo perdón, que este sea sólo un paso hacia hacerte santo. Dios es puro. Dios es santo, y no hay petición que le agrade más que el que tú quieras ser santo también. “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro”.-

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