jueves, 18 de noviembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 17DE NOVIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO por Andrew Murray
CAPÍTULO XX
Continuación…
Que la Palabra de Dios sea tu alimento; asimílalo, aprópiatelo; déjalo que penetre en ti completamente, que sea carne y sangre de tu espíritu. Al ser guiado por él, esfuérzate en pensar lo que Dios piensa, querer lo que Dios quiere, en todo, ser de la misma mente que Dios, que su Palabra esté en ti, que crezcas por ella; entonces será establecido. En todos tus deseos y expectativas, en todos tus esfuerzos, deja que lo que Dios ha dicho sea tu norma, y el espíritu firme será renovado en ti. Si la Palabra de Dios es la roca de tu confianza, no serás conmovido como tampoco hay variabilidad o sombra de cambio en Dios.
¿Cómo se hizo fuerte en la fe Abraham, en medio de tantas pruebas? La raíz de su firmeza fue la promesa de Dios. ¿Cómo pudieron Caleb y Josué estar firmes en medio de los millares y millares del pueblo de Israel? Estaban afirmados en la Palabra de Dios. ¿Y cómo están firmes hoy muchos otros creyentes? La respuesta es simple: “Los que confían en Jehová son como el monte de Sión, que es inconmovible, que permanece para siempre” Salmo 125.1. Dios, tal como es revelado en su Palabra, da el espíritu de firmeza y fortaleza.
Y si quieres saber más aún, como se manifiesta un espíritu firme, la respuesta no es difícil: es en lo resuelto de una firme voluntad que ejercerá dominio sobre el espíritu y el modo de vivir y andar. El gran defecto de muchos creyentes, cuando tienen un nuevo corazón, es el fallo en decidirse de modo firme y resuelto a echar el pecado de sus vidas y hacer la voluntad de Dios. No obedecen realmente los dictados de su conciencia, la voz interior del Espíritu y la Palabra, no se rinden sin reservas a la voluntad de Dios tan pronto como la saben. Es apropiado que cada creyente tenga el firme propósito de hacer la voluntad de Dios sin tardanza, tan pronto como la conoce. En ese punto no debería haber dudas porque hay muchas almas de doble ánimo e inconstantes en todos sus caminos. El corazón dividido les hace vacilar constantemente.
Recuerda que junto con el nuevo corazón y con el sentimiento de pecado y el buen deseo, debe haber un espíritu firme, que sea resuelto y dispuesto positivamente a cumplir los mandatos de Dios. Este espíritu firme debe ser formado a base de mucha oración:”Renueva un espíritu recto dentro de mí” y, al mismo tiempo, debe ser el objeto de mucho esfuerzo para luchar contra el pecado. El que lo busca en oración, lo recibirá sin duda, y podrá unirse al canto de liberación de David: Salmo 40.2:”Me extrajo del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; afianzó mis pies sobre una roca, y consolidó mis pasos”.
No lo olvides. En la oración pidiendo gracia y en la vida de la gracia, el espíritu firme debe tener un lugar. El árbol joven no sólo debe ser plantado, sino que debe echar raíces, de otro modo no llevará fruto. Por tanto, que sea esta tu oración continua: “Haz mis pasos firmes en tu Palabra, y no permitas que la iniquidad tenga dominio sobre mí” Observa que el fruto de la firmeza es la libertad de no ser dominados por el pecado.-

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