jueves, 11 de noviembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 11 DE NOVIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XVII
Continuación…
Cuando el pecador recibe la absolución de sus pecados, está justificado a los ojos de Dios. Sus antiguos pecados ya no pueden ser encontrados. Dios ha ocultado su rostro de ellos; y cuando el santo Juez no los contempla más, entonces el alma absuelta puede regocijarse en la seguridad de su favor y su amor.
En este punto, sin embargo, alguien puede preguntar: ¿Cómo puede ser que el Dios fiel y omnisciente, que conoce mis pecados, pueda cerrar sus ojos a ellos y dejar de tomar nota de los mismos? Él es siempre el Perfecto y Justo, y el que contemple el pecado y haga como si no lo viera, es algo completamente inconcebible. Pero, cuando Dios oculta sus ojos de nuestros pecados, oculta su rostro de ellos, lo hace porque estos pecados han sido satisfechos por medio de Jesucristo. Cuando recibe de nuestro Fiador la seguridad de que pertenecemos a Él, de que tenemos parte en la anulación de la culpa en su sangre, entonces Dios ya no quiere saber nada más de los pecados. Y es su justicia entonces que exige que no recuerde los pecados y que esconda su rostro de ellos. Cuando los pecados son imputados a Jesús, la satisfacción del Señor Jesucristo, nuestro Fiador, nos es imputada, y Dios considera los pecados como una cuenta pagada y puestos de lado.
Aprendemos aquí también en qué espíritu hemos de hacer nuestra la oración de David: “Oculta tu rostro de mis pecados” Mira a Jesús que ha llevado tus pecados en la cruz y ha eliminado tu culpa. Mira a Jesús con la expiación completa que ha realizado y ha ofrecido para ti a Dios. Mira a Aquel que ha sido ofrecido por Dios en tu lugar, para que puedas recibirle con confianza y presentarte a Dios en Él. Mira a Aquél a quien millares y millares deben su declaración de ser absueltos y recibe también tu absolución. Mira a Aquél hasta que tu fe se vivifique y puedas decir: “Jesús es también para mí; Dios esconde su rostro de mis pecados. Los ha echado hacia atrás”.
Este es un asunto de gran importancia. Tus pecados están todos delante de Dios. La justicia requiere expiación. Asciende a Él la voz de tu culpa diciendo: “Este pecador te ha provocado, se ha hecho merecedor de maldición. Oh Santo Dios no escondas tu rostro de sus pecados” Y la ley de Dios apoya este clamor de justicia: “Oh Santo Dios, ha transgredido tu ley; no ocultes tu rostro de sus pecados” Y ¡ay! del pecador que debe experimentar la ira de Dios. Por esta razón ora a Dios: “Oculta tu rostro de mis pecados” Pide que se te aplique la promesa de Dios y la sangre de Jesús. Pide a Jesús que sea tu intercesor. Experimentarás que Dios ha oído tu oración, que la sangre de Jesús tiene gran poder, y que está en una posición de cubrir tus pecados y quitarlos de delante de Dios.-
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