miércoles, 8 de diciembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 3 al 8 DE DICIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XXVII
“Líbrame de la sangre derramada, oh, Dios; Dios de mi salvación” (v.14a).
David ha hecho una gran promesa; enseñar a los transgresores los caminos de Dios. Y al mismo tiempo ha expresado una gran expectativa: que los pecadores enseñados se convertirán. Estas palabras, sin embargo, apenas han salido de sus labios cuando se siente de nuevo profundamente pecador y que sólo la experiencia de la gracia sobrenatural le permitirá que obtenga este resultado. Siente que la sangre de Urías se le adhiere y que se ha manchado ante la presencia de Dios, y del hombre y que sólo si Dios le da la seguridad viva y perfecta de que ha sido absuelto por completo de sus pecados, será capaz de alabar a Dios de veras.
Encuentro la importante lección que ya he enseñado confirmada otra vez, a saber: que la experiencia viva personal de la gracia es un poder necesario para obrar el favor de otros. Uno debe estar firme en el gozo de la propia redención. No basta simplemente el recuerdo del perdón y la gracia experimentada en un periodo anterior; debe haber cada día una renovación de la garantía divina de que hemos sido redimidos por Dios. Debe haber una consciencia viva de la redención como un hecho presente y continuamente renovado; un ejercicio permanente en la comunión con el Dios que nos redime. El que no conoce a Dios de esta manera no puede dar a conocer a Dios a los otros. David lo creía así. ¿Cómo podía el asesino de Urías, manchado con su sangre, traer vida a otros, cuando él todavía tenía que dar cuenta de aquella sangre?
De modo que es imposible enseñar a otros bien, si no conozco yo a Dios bien. Y el hombre no puede conocer a Dios bien si no le conoce como el Dios del perdón. Además, el conocimiento no puede ser vivo y real sino es renovado continuamente desde el cielo por el Espíritu Santo. Cada vez que me proponga enseñar a los transgresores esperando que se conviertan debe ser habiéndome preparado para el testimonio, con oración, expresada así: “Líbrame… oh Dios, Dios de mi salvación; y mi lengua cantará tu justicia”
Cuando se considera atentamente esta petición, estos pensamientos se confirman. Reflexionemos en la palabra “librar” usada en esta oración: “Líbrame de la sangre derramada” Esta es una palabra que aparece aquí por primera vez en este Salmo. Es usada continuamente, no ya como liberación del pecado, sino como liberación de enemigos que nos persiguen y oprimen. Se usa, por ejemplo, en la oración:”Líbranos del maligno” y es desde este punto de vista que David contempla ahora sus pecados. Cree que Dios le ha perdonado, y que le ha limpiado de sus pecados. Pero a veces, el creyente ve que pecados cometidos hace mucho tiempo levantan otra vez la cabeza y persiguen al alma. Dios los ha perdonado, pero el que los ha cometido no puede olvidarlos y está atemorizado de que tenga lugar más violencia. El gran enemigo de las almas entonces hace uso de estos momentos de opresión y de estos pecados con miras a derribar esta alma en el polvo. Para esto sólo hay un remedio. Dios sólo puede librarnos de un sentimiento opresor de culpa. Y Él puede hacerlo realmente. Él puede darnos una visión tan completa de su perdón y gracia que seremos librados por completo de nuestros enemigos y asegurados que el pecado no tiene dominio sobre nosotros.-Continúa…

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