lunes, 20 de diciembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 20 DE DICIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XXXII
Continuación…
Él está preparado a escucharnos, y si se lo pedimos con urgencia, nos concederá bendición, Por esto se ve que, tan pronto como hay muchos en la congregación que por experiencia propia aprenden o entienden la gracia de Dios tal como se muestra en este Salmo, la reunión de oración da pronto evidencia del uso creciente hecho de la petición: “Haz bien con tu benevolencia a Sión”.
Sin embargo no es meramente la experiencia de la gracia de Dios en la liberación del pecado personal que mueve a los creyentes a la oración intercesora. Hay aún algo más. David se sentía uno con los suyos y, temiendo que su pecado hubiera podido ofender a la ciudad entera, rogaba que estas perniciosas consecuencias fueran evitadas. Y así es con cada verdadero suplicante. Dándose cuenta del terrible poder del pecado para causar infección y desolación mucho más lejos de la esfera en que tiene su origen, el intercesor ruega a Dios que ponga de lado su maldad y a pesar de su pecado, haga bien a Sión de acuerdo con su benevolencia.
“Haz bien con tu benevolencia a Sión”. El que haya intercesores que le rueguen que haga bien a Sión, causa placer a Dios. Como en la oración de la gracia, el salmista apela a la benignidad y la grandeza de la compasión de Dios; aquí también se dirige a la benevolencia de Dios para Su pueblo. No tiene por qué convencer a Dios a favor suyo, ni tiene que despertar una disposición en Dios que no se halla en Él. No, es porque conoce el ánimo de Dios que tiene poder y ánimo de orar. No deberíamos olvidarnos de esto. Nuestro argumento más fuerte en la oración es el ser y el corazón de Dios. Cuanto más nos damos cuenta de lo que Dios nos ha revelado respecto a sus sentimientos para Su pueblo, sus propósitos y promesas, más poder sentimos para orar. La benevolencia de Dios hacia Sión es la base de nuestra esperanza, la medida de nuestras expectativas y la fuerza de nuestra seguridad de fe. Si nuestras almas estuvieran más poseídas de esta convicción, ¡cuán plenamente nos sentiríamos animados por el maravilloso pensamiento de que Dios en su benevolencia escuchará nuestras pobres oraciones y actuará según ellas! Por ello oraríamos: “Haz bien… a Sión”.
La fe en la dilatada bondad del gran Dios se expresa en las palabras: “Reedifica los muros de Jerusalén” Esta petición incluye “construir” donde las murallas no estaban aún completas; reedificar, donde habían sido derribadas por los ataques hostiles y ampliar donde resultan demasiado estrechas para el número creciente de habitantes. Esta fe incluye oración para el crecimiento espiritual y progreso de la congregación del Señor, para el mantenimiento de la autoridad de Dios y la verdad, por encima de los poderes extraños de la incredulidad y del mundo y para la extensión del Reino de Dios mediante la adición al redil de todos lo que aún no le conocen.- Continúa

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