lunes, 13 de diciembre de 2010

MEDITACIÓN SALMO 51 -A. Murray

MEDITACIONES DIARIAS 13 DE DICIEMBRE:
MEDITACIÓN DEL SALMO 51 por Andrew Murray
CAPÍTULO XXIX
Continuación…
Todo aquel que humilde y sinceramente escuche estas palabras divinas de ánimo será robustecido en esta confianza. Lee también la historia del llamamiento hecho a Jeremías: “7Y me dijo Jehová: No digas: soy un niño; porque a todo lo que te envío irás tú, y dirás todo lo que te mande. 8No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. 9Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca” (Jeremías 1.7-9) y a otros profetas y ve cuán plenamente da Dios el poder de expresarse como uno de sus dones. Considera las promesas del Antiguo Testamento sobre el don del Espíritu y observa cómo están unidas al poder de hablar. Fíjate también en las predicciones de Jesús concernientes a dar testimonio de ÉL como fruto del don del Espíritu: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” Juan 15.8 -Y en Hechos 1.8 dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” Recuerda como, en el día de Pentecostés, la primera manifestación del poder del Cristo exaltado llenó la boca de los creyentes con alabanzas a Dios, y comprenderás qué alto precio, qué certidumbre divina, se encuentra unida a que los labios sean abiertos como don de la gracia –un don que verdaderamente nos pertenece. Dios pude dárnoslo. Lo ha hecho a favor de millares. Dios lo dará; es necesario para el cumplimiento de su gloriosa obra de gracia. Dios lo dará. Sus promesas son fieles “Señor abre mis labios” es una oración a la que tenemos el mismo derecho que a: “Ten piedad de mí, oh Dios mío” La una es oída tan ciertamente como la otra.
La oración de David nos enseña el modo de obtener este don. Siempre que mencionamos una boca que habla, muchos piensan en dones naturales, y si uno no los tiene, se imagina que el caso ya no tiene aplicación para él: procurará servir a Dios de otras maneras: dándole gracias, con su dinero, su influencia, su ejemplo. Esto está muy bien, pero no sirve para excusar a nadie del sagrado deber de cumplir el glorioso llamamiento de hacer a Dios el sacrificio de los labios. Es unas de las pruebas de la venida del reino de Dios el que no sólo los ciegos vean sino que los mudos hablen y glorifiquen a Dios.
La gracia de Dios no sólo desvanece las tinieblas de los ojos para que la persona pueda conocerle sino que también abre sus labios para que pueda alabarle. No sólo hay espíritus inmundos que hay que echar fuera, sino el demonio que era mudo. A todos los discípulos se les dio, junto con el Espíritu Santo, una boca para alabar a Dios. En el cielo no habrá mudos: cada lengua cantará alabanzas a Dios.- Continúa…

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